¡Dios ha muerto! ¡Dios sigue muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado!

Seguramente los más ortodoxos, se preguntarán por qué este título, otros –un poco– más versados, remitirán sus pensamientos a un ateo, blasfemo, inmoral… Llamado Nietzsche y dirán cómo es posible, esto es una locura: ¡mezclar lo sagrado (el Santo nombre de Dios) con lo profano (ese bigotón arrogante e insensato)!

Debo decir, en su defensa, que aunque se nos ha hablado terriblemente de este hombre y hemos desechado sus obras por “ir en contra de nuestra doctrina”… Me he dado cuenta, al leerlo, que tiene mucho que enseñarnos, pues criticaba con fundamento –cosa que muchos hemos perdido–, es decir, hablaba con conocimiento de causa.

En 1882, en el libro La La gaya ciencia (§125), Friedrich Nietzsche, escribió:

“¡Dios ha muerto! ¡Dios sigue muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado! ¿Cómo nos consolaremos los asesinos de todos los asesinos? Lo más sagrado y lo más poderoso que hasta ahora poseía el mundo, sangra bajo nuestro cuchillos —¿quién nos enjuagará esta sangre? ¿Con qué agua lustral podremos limpiarnos? ¿Qué fiestas expiatorias, qué juegos sagrados tendremos que inventar? ¿No es la grandeza de este hecho demasiado grande para nosotros? ¿No hemos de convertirnos nosotros mismos en dioses, sólo para estar a su altura?” 

¿Cómo es posible que el hijo de un ministro luterano (pastor cristiano) afirmara algo tan enfermo, tan esquizofrénico? Es una cuestión que muchos no entenderán, aunque haré un esfuerzo por explicarles (brevemente), ya que bien reza el evangelio de Marcos (8. 18) TENIENDO OJOS, ¿NO VEN? Y TENIENDO OÍDOS, ¿NO OYEN?

Este hombre conocía de un modo profundo lo que implica ser cristiano, pues lo aprendió de su padre, entendió que ya Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo), no era quien daba sentido de vida a quienes se denominaban creyentes, en tanto que no transmitían lo espiritual y por el contrario se habían acomodado a lo mundano. 

Ahora bien, las preguntas por hacernos son: 

  • ¿Dios da sentido a tu vida? Cuando no conocemos los cimientos de nuestra fe, desconocemos el compromiso que traen consigo y la forma en que ellos guían nuestro actuar. Es muy fácil decirse cristiano mientras se tiene una estabilidad (familiar, laboral, económica, etc.) que nos hace sentir en gracia y bendición. ¿Pero qué pasa cuando llega la prueba? ¿Seguimos alabando, adorando y bendiciendo a Dios en ese instante?.
  • ¿Eres capaz de transmitir a Dios? Y me refiero a lo concreto, a ser ese quinto evangelio, esa hostia consagrada, que camina por la tierra bendiciendo y santificando (actos que den vida a otros). A ser coherente, esto es: a decir, lo que se siente, lo que se piensa y a hacer lo que se dice.   
  • ¿Eres un hombre o una mujer acomodado o acomodada? Te recuerdo que hay cristianos que están siendo perseguidos por el evangelio y asesinados por su fe. Ser cristiano no es sólo ir a misa, a culto, al grupo de oración, etc. Jesús dijo a sus discípulos: Mi mandamiento es este: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. El amor supremo consiste en dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando.  (Jn. 15. 12,14)

Si somos 2.400 millones de cristianos en el mundo (aproximadamente), no creen que es posible que esta realidad cambie y le mostremos al mundo materialista de falsas verdades, de placeres efímeros, de necesidades creadas que: ¡Dios está vivo! ¡Más vivo que nunca! Que sigue actuando con gloria, con poder, con majestuosidad, que se entrega sin medida y que ama a su pueblo. Seamos cuerpo de Cristo, hagamos que el mundo cambie. 

Compartir
Entradas relacionadas
Deja un comentario

Tu dirección email no será publicada. Los campos requeridos están marcados *