¿Abrimos o impedimos? – Lectio Divina-

Lucas 11,47-54.

Nuestro pasaje hace parte de la discusión que tiene lugar en casa de un fariseo que invitó a Jesús a comer.

El fariseo ha criticado a Jesús por no tener en cuenta algunas reglas de pureza. Lo cual da pie a una serie de invectivas por parte de Jesús contra los fariseos, primero, y contra los doctores de la Ley, después.

Estas invectivas son de carácter profético y podrían ser leídas a la luz del pasaje anterior, donde Jesús ha dicho: “Mira, pues, que la luz que hay en ustedes no se convierta en tiniebla” (Lucas 11, 35).

Pues bien, dijimos ayer que, según Lucas, los “ayes” que Jesús pronuncia contra fariseos y legistas son siete.

Ya leímos cuatro, veamos los otros dos y la conclusión del discurso.

La numeración de los puntos de hoy continúa la de ayer, para hacer notar la unidad del pasaje.

(5) Quinto “¡ay!”
“Edifican los sepulcros de los profetas que sus padres mataron” (11,47).

Jesús hace un razonamiento según el cual toda la piedad exterior del culto de los mártires del Antiguo Testamento, particularmente los profetas, es vacío, ya que no está acompañado de una verdadera obediencia a la Palabra de Dios.

Si no hay compromiso con el profeta asesinado, haciendo un ejercicio de conversión, no se hace más que asumir la herencia de su asesino.

Por lo tanto:

• Hay que escuchar a los “profetas y apóstoles”, mensajeros que envía Jesús (11,49).

• El rechazo de los predicadores, hasta el martirio de éstos, se volverá juicio divino sobre los oyentes pérfidos (11,51c), un juicio que tendrá el mismo rigor que el de los asesinos de los primeros profetas e, incluso, se les sumarán todas esas culpas pasadas: desde Abel hasta Zacarías, estos es, del primer al último asesinato conocido por la Biblia y el contexto judío del siglo primero dC.

(6) Sexto “¡ay!”
“Se han llevado la llave de la ciencia, no entran ustedes, y a los que están entrando se lo han impedido” (11,52)

Los adversarios de Jesús no solo se oponen a su predicación, rechazando la gracia excepcional que les está ofreciendo y para la cual sólo se necesita la apertura del arrepentimiento, sino que ellos mismos se erigen como plenipotenciarios de la revelación divina, dicen tener: “la llave la ciencia”, la del “cómo salvarse”.

En Lc 1,71, el Cántico de Zacarías se expresa así: “Y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados”.

Por eso Jesús denuncia que la falsa interpretación de las Sagradas Escrituras que están promoviendo estos maestros no hace más impedir el verdadero conocimiento de Dios y la salvación que Él ofrece.

  1. Conclusión: la reacción de los oyentes

El último “¡ay!” nos permite entender que la pureza interior que Jesús ofrece, por el camino del amor, es el primer paso del proceso de conocimiento del verdadero rostro de Dios, de su proyecto (que lo que la “Ley”, en cuanto “enseñanza” de los caminos de Dios, pretende señalar) y de la manera como lo lleva a cabo.

De ahí que Jesús les dice frontalmente que quien tiene “la llave de la ciencia” es Él y que Él, por el proceso de discipulado, sí esta llevando a muchos entrar al Reino del Padre.

Ante estas palabras de Jesús la reacción negativa del auditorio no se hace esperar:
“Comenzaron los escribas y fariseos a acosarle implacablemente y hacerle hablar de muchas cosas, buscando con insidias, cazar alguna palabra de su boca” (11,53-54).

Las últimas afirmaciones suscitan el acoso por parte de los adversarios para buscarle una herejía.

La hostilidad se convierte en odio y la situación se pone grave para Jesús.

Con la emboscada que los adversarios le colocan al final de su discurso, la persona de Jesús queda a las puertas de la Cruz y lo mismo le pasará después a sus seguidores.

Pero precisamente allí, dándolo todo como signo de la pureza de su amor (ver 11,41), él ratificará la validez de su enseñanza.

En fin…

Jesús está interpelando sobre nuestra verdad más profunda, en la que cada uno es llamado a hacer habitar el amor de Dios y su justicia,, desde brota una mirada de esperanza capaz de cargar con el peso de nuestro pasado y de abrir caminos hacia adelante.

Valga recordarlo: estos fuertes “ayes” en boca de Jesús no son maldiciones ni amenazas. El término “ay” es una transliteración de un lamento fúnebre. Es como decir te hace “infeliz” cuando haces eso. La infelicidad con mucha frecuencia es la consecuencia natural de nuestras acciones, de nuestras actitudes hacia los otros.

Estos llamados de atención no están puestos para levantar el dedo contra otros, sino para examinarse a sí mismo.

Los caminos del Señor son bellos, pero requieren vigilancia del corazón para no caer en las típicas tentaciones de la gente llamada “religiosa”: la tentación de favorecer la apariencia, buscando el aplauso. Por detrás de esa búsqueda se pueden esconder otras cosas como “rapiña y maldad” (Lucas 11,39).

Los verdaderos profetas nunca buscaron el aplauso ni la popularidad ni el reconocimiento. Más bien la verdad de su profecía se comprobó en la crítica, el rechazo y la persecución hasta la muerte.

Es el caso de Jesús, una persona libre, capaz de palabra y de valentía que no hace daño a nadie, pero que, con todo y esto, es capaz de poner contra la pared a quien lleva por dentro otras intenciones y que pide que se responda por la sangre derramada en historias de violencia (Lucas 11,50).

Una libertad y autenticidad que se echa al hombro el peso de los últimos, sufrientes y despreciados.

Para ellos es, en primer lugar, el mundo nuevo que Jesús diseña con su profecía. Para que todos “puedan entrar”.

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1 comentario
  1. Rosario González Badilla

    Gracias

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