Navidad: nacimiento espiritual de Jesús en nuestra vida 

Cada nuevo año litúrgico, contamos con un tiempo especial en el que revivimos la ternura y amor infinito de nuestro Padre, al enviar a JESÚS para enseñarnos con su palabra y ejemplo a vencer el desorden que trae el pecado, redimiendonos con el poder del verdadero amor e invitándonos a seguirle y obtener la gracia de la justificación.
En las comunidades o por lo general en las familias nos congregamos en torno al PESEBRE  para recordar el nacimiento humilde y glorioso de JESÚS, meditar la novena de aguinaldos,la pequeñez y la pobreza humana, entonar hermosos villancicos y compartir deliciosos platos típicos.
Esta hermosa tradición bien sea en privado o en público nos adhiere en la oración, la alabanza y el compartir al redentor, nos muestra una familia protectora y un hermano que también con las incomodidades humanas se acerca para llenarnos de amor y esperanza, aromas auténticos del cristiano que debemos luchar por conservar por el resto de los días.
En cada día de la novena meditamos la disposición de María, de José, de la naturaleza, de los ángeles, de los reyes, los pastores, los sabios, los hombres, también el camino de fe que recorrieron y cómo Dios mismo cumple su promesa de redención, rompiendo esquemas y expectativas frente al salvador.
Y al final el fruto de esta hermosa oración, es la navidad, el nacimiento del amor de  JESÚS en nuestra vida, un amor que nos llena de gozo con virtudes como la modestia con la que podemos cuidar nuestro cuerpo, la pureza, el perdón de corazón a los que nos han ofendido, la caridad para tener paciencia con los defectos de los demás, con los enemigos que también son hijos de Dios y hermanos nuestros, la solidaridad con los hermanos que pasan necesidades afectivas o materiales y  la confianza en la voluntad del Padre creador que actúa aun en medio de contrariedades, persecuciones, escasez y puertas cerradas.
Este nacimiento nos exhorta a movernos y llevar la Buena Noticia a todos, conocidos y desconocidos, a tiempo y a destiempo, porque vivir y compartir el amor de Dios es lo verdaderamente esencial y la verdadera felicidad.
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