Viernes Santo: La desolación por la muerte de Jesús

Considero que para muchos es difícil aceptar que en algún momento vamos a terminar esta vida terrenal, o a la vez nos cuesta aceptar que uno de los que tanto amamos tengan que partir en algún momento. Sinceramente, yo le tengo miedo a aceptar que uno de los míos tenga que empacar sus maletas y adentrarse en un viaje del cual no volverá.

La muerte para muchos es algo que llega, porque se cumple un ciclo, de nacer, crecer, reproducirse y morir. Algunos cuantos se sienten preparados, otros no y algunos le tienen miedo, porque aún no hay algo concreto en si hay algo más allá o no.

Al tener la experiencia de perder a un ser que amamos, nos es imposible dejar de sentir aquel dolor profundo, sin fondo, sin sentido, un dolor que no se puede explicar, un sentir que nos hace estar desesperados y sin saber qué hacer. María la Madre de Jesús junto con sus discípulos y muchas personas más tienen que pasar por este sin sabor, incluso el mismo Jesús siente este dolor por su amigo Lázaro.  

Nadie está exento de pasar por este momento de dolor. Tal vez unos son más fuertes que otros, pero aún así el dolor está por dentro. La invitación en estos momentos de dolor es que busquemos a Jesús quien ha sentido este sin sabor y quien a la vez lo ha padecido. Pidámosle que nos ayude a ser fuertes y sobre todo a soportar estos momentos. Que nos enseñe a salir adelante y a no quedarse estancado en el dolor, que seámos capaces de levantarnos y continuar con nuestro camino recordando aquellos que han hecho parte de nosotros de una manera feliz.

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