Es curioso ver cómo muchas personas se motivan al escuchar predicas, o personas que ahora manejan talleres de superación o escriben diferentes libros mostrando pasos para salir de aquellas situaciones que parecen insuperables. Se llenan de alegría, de inspiración e incluso hasta de mucha fuerza, pero al momento de salir a enfrentarse con la vida real quedan estancados.
La inspiración no debe ser momentánea, no debe ser pasajera, puesto que si vamos a trabajar en algo y más si es para nuestra vida, debemos hacerlo convencidos de que somos capaces de lograrlo, en que se puede superar aquello que se ve gigante, y que no se debe estar dependiendo de una persona que tal vez no ha vivido tu realidad y te dice mil cosas que al instante parecen fáciles, pero al enfrentarse es otra realidad y al ver que no eres capaz te sientes frustrado deseando nuevamente una palmadita en la espalda.
No estoy en contra de aquellos libros o personas que escriben sobre ese tema, pueda que algunos les funcione, pero he visto a otros que se quedan con un apego pensando que eso les puede ayudar. Considero que la vida está llena de decisiones y sobre todo de acciones con las que debemos llegar y alcanzar lo propuesto.
Vivamos con una inspiración para siempre y si le sumamos un poco de pasión a nuestra vida será mucho mejor. Cada uno de nosotros somos dueños de nuestra vida y Dios nos ha regalado libertad para poder decidir sobre ella, que todo lo que escuchamos sean herramientas que nos ayuden a crecer pero no a depender, insisto que muchas acciones dependen de nosotros mismos, y claramente desde nuestra creencia al Padre, le pedimos que nos ayude a salir y alcanzar lo deseado, pero siempre trabajamos de manera personal.
Ten presente que tu eres el actor principal, quien trabaja, quien vive diferentes realidades, y en medio de ello, le pides a Dios fuerza de voluntad, pasión, constancia, que te de la inteligencia de saber actuar, y todo eso es el milagro que muchas veces no vemos y la inspiración que se debe mantener.