Con el paso del tiempo me he decepcionado un poco de los cristianos (católicos, evangélicos, protestantes, anglicanos…). Debo aclarar que soy cristiano y llego, también, a decepcionarme de mí mismo. Vivimos en un mundo tan (1) individualista, (2) narcisista, (3) egoísta y (4) hedonista, pero el problema es que los cristianos nos hemos dejado llevar por esas corrientes.
Olvidamos que la Iglesia de Cristo es un cuerpo que se construye entre todos (Cfr. 1 Cor. 12. 12-27). Dejándonos llevar por esas ideas de una construcción exacerbada del ‘Yo’, que nos hace olvidar ideas como la de formar una familia, de entregar la vida por un ideal que vaya más allá del dinero o de la fama.
Vivimos en una eterna contemplación de nosotros mismos, basta con ver que pasamos la vida mediados por una cámara y una pantalla. Ahora la vida ya no es el cumulo de momentos que sumados forman una historia, por el contrario, nos encontramos ante el cumulo de ‘selfie’s’ o de vídeos que podemos subir a una historia (efímera) en nuestra red social favorita.
Cada vez es más difícil hacer que los cristianos tomen conciencia de que la salvación no es individual sino comunitaria. Se oyen voces que sostienen: “que el mundo es de los vivos y no de los bobos”; “que lo importante es uno y lo de uno”… Un egoísmo moral, fundado en la cultura capitalista, nos lleva a afirmar falsamente que pobreza y pereza van de la mano: “El pobre es pobre porque no quiere trabajar”, por eso no hay que donar nada, ni regalar nada y mucho menos dar una limosna.
Solo encontramos satisfacción en aquello que nos pueda producir placer, ¿para qué asistir al culto o la misa si eso no me genera placer?¿Dónde esta el placer en ayudar o en dar?. Lo más placentero es poder disfrutar de una buena cena en un restaurante (costoso para poder presumir mi estatus); pasar un fin de semana en mi cama viendo mi serie favorita y pidiendo domicilios; viajar y conocer el mundo entero…
Y, para ser plenamente felices los cristianos tenemos que exagerar cada una de estas cosas, tenemos que ser ostentosos. Olvidamos que Jesús le dijo a un escriba en determinado momento: “Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.” (Mt. 8. 20) Seguramente, Jesús supo que este personaje en el fondo buscaba figurar y creo que el cristianismo se constituye de sanos anonimatos que se entregan por hacer eficaz el amor de Dios entre los hombres.