La norma de las normas: la misericordia por encima de todo – Lecti Divina-

Viernes – Semana 14 del Tiempo Ordinario.

La norma de las normas: la misericordia por encima de todo

San Mateo 12, 1-8

“Si hubieseis comprendido… no condenaríais a los que no tienen culpa”.

Veamos en el pasaje de hoy cómo es que Jesús da el verdadero “descanso” (el Shabbat) y hace ligera la carga de la Ley.

El texto nos presenta la primera controversia sobre el estricto cumplimiento de la ley del descanso “sabático” (cuya norma se encuentra en Éxodo 20,8-11). La escena sucede en medio del campo. Los interlocutores son los fariseos.

Los fariseos le reprochan a Jesús el que sus discípulos hagan en un sábado algo que no está permitido por la ley: “Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado” (12,2). Ellos se refieren expresamente al “arrancar espigas y comerlas” (12,1; oficio clasificado en el índice lo prohibido hacer en sábado). Ellos solamente se fijan en la norma, no en el hambre de los discípulos (“sintieron hambre”, se había dicho en el v.1) ni en la misericordia de Jesús que les permite romper la norma para remediar la necesidad (“misericordia quiero…”, v.7).

Los fariseos esperaban que Jesús les hiciera caso y reprendiera a sus discípulos, pero no sucedió así. De hecho, si los discípulos hicieron esto fue porque los incentivó su Maestro.

La respuesta de Jesús, siguiendo el mismo esquema de los debates de los fariseos, cita dos pasajes bíblicos en los cuales el remedio de una necesidad fue más importante que la rigidez de la norma: (1) Jesús lee el episodio de 1ªSamuel 21,2-7, donde sacerdote Ajimélek le permite a David comerse el pan que se había destinado para el Templo y los sacerdotes (ver Éxodo 25,2330), ya que no había pan profano para comer (ver Mateo 12,3-4). (2) Luego apela a un argumento jurídico tomado del mismo libro de la Ley: cuando un sacerdote está en el ejercicio de sus funciones en el Templo no todas las estrictas normas del descanso sabático le aplican (ver Mateo 12,5-6 citando Números 28,9-10). De lo cual Jesús concluye: “Yo os digo que aquí hay algo mayor que el Templo” (12,6). Esto quiere decir que si el Templo dispensa de la Ley del descanso, Jesús puede dispensar a sus discípulos eventualmente de una norma que impedía la caridad.

Jesús, “Dios-con-nosotros”, es “mayor que el Templo” (12,6) y “Señor del Sábado” (12,8). Estas afirmaciones son sorprendentes. Para los fariseos suenan como blasfemia inaceptable. Para los discípulos de Jesús sonarán como respuesta a la pregunta por la identidad de Jesús –el verdadero “ungido” y “Templo” de Dios- y punto de partida de una nueva actitud frente al aparato legal hebreo. Jesús deja entender que ninguna institución puede estar por encima de la novedosa noticia de la caridad del Reino que viene al mundo por medio de la predicación, los milagros y los gestos de misericordia de Jesús.

La cita profética de Oseas 6,6, “Misericordia quiero, que no sacrificio”, introduce una nueva crítica de Jesús a la rigidez espiritual de los fariseos. Una de las “fatigas” (11,28) de la gente era el sentimiento de culpa por haber tenido que hacer algo urgente que remediara sus necesidades pasando por encima de las normas establecidas.

El verdadero culto a Dios no está en los ritos externos sino en el tener un corazón como el de él –lo cual era la finalidad primera del culto externo-, predicaron los profetas. Cuando esto no es claro se puede caer en posturas condenatorias que si bien son coherentes con la norma escrita, pueden no coincidir con la prioridad de Dios que es la vida plena del hombre.

Por eso Jesús dice dónde está la verdadera falta de los que cree que nunca cometen faltas: “No condenaríais a los que no tienen culpa” (12,7).

La auténtica experiencia religiosa apunta siempre a la comunión con Dios. Si bien el sacrificio del Templo tenía esta finalidad, no se podía olvidar que lo fundamental está en el corazón: “Pues no te agrada el sacrificio, si te ofrezco un holocausto no lo aceptas. El sacrificio a Dios es un espíritu contrito; un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias” (Salmo 51,18-19). Según eso, ¿cuál es el verdadero rito que Dios espera de mi: el amor o la norma? Si respondemos que lo segundo podríamos terminar, no sacrificándonos para Dios, sino sacrificando su amor y “a los que no tienen culpa” (12,7).

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Cómo enfoca Jesús la polémica de los fariseos escandalizados porque los discípulos hambrientos quebrantaron la ley para satisfacer su necesidad?

2. ¿Qué afirmaciones acerca de Jesús se hacen en este pasaje del evangelio? ¿Qué nos dicen de “nuevo” acerca de Él?

3. ¿He “sacrificado” a alguna persona por el apego estricto a una norma?

“Mi espejo ha de ser María. Puesto que soy su hija, debo parecerme a Ella y así me pareceré a Jesús”

(Santa Teresa de los Andes).

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