Lucas 2,33-35
Encuentro en esta memoria de los dolores de María una fuerte invitación para aprender de ella lo que significa ser guiados por el Espíritu Santo, especialmente en aquellos momentos de la existencia que caen bajo el sombra de la crisis.
¿Cómo nos enseña María a hacer la travesía en medio de la noche?
Cuando el dolor inevitablemente llama a nuestra puerta, tenemos una madre que el Señor nos confía como modelo y como apoyo en la aflicción.
María de las lágrimas, de las espadas y del corazón herido, María de los dolores, sea nuestra luz en esta hora de la historia.
Al final de esta Lectio, te invito a orar con este poema del Padre José Luis Martín Descalzo: Santa María del Dolor
En todas las esquinas de la vida, Tú lo sabes , Señora, nos espera el dolor, Los hijos muertos, la angustia del salario que no llega, el puñetazo cruel de la injusticia, la violencia y la guerra, el horrible vacío de tantas soledades, los infinitos ríos del llanto de los hombres.
¿Y a quién acudir sino a tu lado, Virgen experta en penas, sabia en dolores, maestra en el sufrir, conocedora de todas las espadas?
Por el cansancio del camino a Belén te pedimos por todos los cansados.
Por el frío de la cueva y la noche de Navidad, acuérdate de los que tienen hambre.
Por el dolor del Hijo que perdiste en el templo, ayuda a tantos padres que pierden a sus hijos por los más turbios caminos.
Por los años de oscura pobreza en Nazaret, da un más ancho salario de amor a tantos hombres que ven cómo decrecen sus salarios.
Por el largo silencio de tus años de viuda, acompaña a tantos y tantos solitarios.
Por la angustia de ver perseguido a Jesús, no abandones a tantos que la injusticia aplasta.
Por las horas terribles del Calvario y la sangre, siéntate cada tarde al borde de la cama de todos los que viven muertos sin salud y sin fuerzas.
Tú, que sabes de espadas, Virgen Madre de los dolores, pon en tu corazón a cuantos tienen el alma destrozada.