¡Comenzó diciembre y llegó la navidad! En realidad no ha llegado, apenas vamos en camino. Y es que ese es el error más común que cometemos al referirnos a estos días, sustituimos al verdadero dueño de esta época tan hermosa dándole el lugar del nacimiento del Niño Dios al dios del dinero y del consumismo para que ´nazca por montones´ en nuestros bolsillos y podamos sentirnos como que estamos viviendo una verdadera navidad.
Pensando mucho sobre estos días, he asimilado que la navidad del mundo me hace olvidarme del adviento como tiempo litúrgico y como época propicia y necesaria para que, en medio del silencio, la oración y la profunda meditación de lo vivido este año, pueda reflexionar sobre qué quiero que haga Jesús en mi vida durante esta navidad. Es tiempo de exponer mis oscuridades para que la luz que llega al mundo a cambiarlo, venga a develar las incertidumbres de mi corazón y a darme una vida nueva.
La clave de estos días tan queridos por muchos, es aprender a ver el mundo con los ojos de la esperanza; una esperanza que nos muestra una brillante estrella a lo lejos y que nos anima a vivir como otro Jesús en el mundo. El camino del adviento hacia el pesebre de Belén no podemos hacerlo con los ojos vendados sin saber qué es lo que seguimos o a quién seguimos, los ojos del corazón deben estar puestos en el mismo Jesús que llega a encarnarse para cambiarnos la vida.
En muchos lugares del mundo hoy la crisis económica y social opaca muchos corazones, los entristece y los deprime. Muchos no tienen una cena de navidad que compartir, otros no tienen los recursos para comprarle regalos a sus seres queridos, y algunos otros más, tienen a sus familias lejos, lo que les hace pensar que la navidad sencillamente desapareció o no vale la pena celebrarla.
De un tiempo para acá he entendido la navidad a partir de una canción muy hermosa que le devuelve la paz a mi corazón. He entendido que hay navidad cuando das sin esperar, cuando amo profundamente a los que están a mi alrededor y aún más si temporalmente no lo están, cuando perdono en situaciones en las que el mundo regularmente me llamaría al rencor, cuando le doy la mano a quien verdaderamente lo necesite. Todas estas acciones son sembradoras de paz en el corazón del hombre y yo sí soy partidario real de que mi sonrisa puede transformar el rostro del otro.
Así quiero vivir estos días de adviento, preparándome para acoger en mi corazón a Jesús. No quiero darle cabida a más nada en esta navidad, solo a Dios, por quien celebro verdaderamente esta época. ¡Acompáñame a correr la voz! Jesús está por nacer.