Lectio de Lucas 8, 4-15.
Para Lucas no es la parábola del sembrador, sino de la semilla, del acontecer de la Palabra de Dios en uno.
En esta ocasión te lo explicamos casi en detalle. Pero fíjate sobre todo en la conclusión que invita a la apertura de la fe, con perseverancia, desde el corazón que decide a partir de dos cualidades: “Los de tierra buena son los que escuchan la Palabra con un corazón íntegro y bueno, la custodian y dan fruto con perseverancia” (8, 15)
Pues sí…
Fructuosa es la semilla fecunda que crece donde alguien cree, donde uno se abre a la fe, cuando acepta la propuesta del Evangelio, el estilo de Jesús.
Sabemos por experiencia que ella tiene el poder de hacer cosas sorprendentes e impredecibles, sobre todo donde toda esperanza parece perdida.
¿No fue así para esa semilla sembrada que fue la vida misma de Jesús? ¿No fue aplastada, asfixiada? Y Sin embargo, ¡qué fuerza de esperanza nos llegó de la muerte de esa semilla!
El riesgo de una página como esta es preguntar: ¿A qué terreno pertenezco? Sería una lectura simplista. Tendemos a hacerlo, como si conocer la identidad de la tierra fuera suficiente para exorcizar cualquier dificultad.
Más bien, Jesús nos pide que redireccionemos nuestra atención: ¿Crees que la semilla que Dios siembra a manos llenas en tu vida todavía puede dar fruto? ¿Quieres darle un chance?
Hay una semilla sembrada por Dios incluso en tierra maltratada o aparentemente improductiva que me permite no resignarme al orden actual de las cosas.
Precisamente, en las tinieblas de un exilio o de una dictadura injusta, en tiempo de enfermedad o cuando las adversidades se incrementan, en días difíciles, incluso en una pandemia, Dios nunca ha renunciado al sueño de abrir una nueva página en la historia.
Dios, en este tiempo, más que nunca, sigue arrojando semilla a manos llenas. ¡Qué bello visualizar un mundo nuevo que proviene de una germinación de lo que ilusión sembramos ahora?
Arrojar semilla, sembrar, siempre es un acto de esperanza.
El sembrador tiene una expectativa, espera ver los campos llenos de trigo, dorados de pan, de vida, en días solares y de fiesta.
Pero todo esto se pone en juego en el hoy de nuestra fe y de nuestra esperanza, ese es el tema.