Miércoles – Semana 14 del Tiempo Ordinario.
El Manual de los Buenos Obreros del Evangelio (I):
La conciencia del ser llamado
San Mateo 10, 1-7
“Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder….”
El texto que nos ocupa comienza una nueva sección en el evangelio de Mateo que se denomina “el Sermón de la Misión” (o también “discurso apostólico”). Éste abarca todo el capítulo 10 de Mateo, desarrollándose de la siguiente forma:
(1) Introducción: el llamado de los misioneros (10,1-5).
(2) Instrucciones acerca de la tarea que realizarán los misioneros para la formación del nuevo Pueblo de Dios (10,6-15).
(3) Instrucciones para enfrentar los desafíos y conflictos de la misión (10,16-24).
(4) Instrucciones acerca del perfil espiritual del misionero (10,25-33).
(5) Instrucciones acerca de la familia: la crisis en los afectos del misionero (10,34-39).
(6) Conclusión: la identificación de Jesús con sus misioneros (10,40-42).
Todo este gran sermón esta cargado de imperativos formativos, de actitudes, de tácticas, de manera tal que constituye un verdadero “manual” o “vademécum” del misionero.
Nos detenemos hoy en la introducción, la cual trata del “llamado” para ser Apóstol de Jesús.
Observemos los siguientes detalles en el texto:
• El llamado
Jesús “llama” (10,1a) por segunda vez a algunos de sus discípulos para constituirlos en sus apóstoles, es decir, sus enviados para continuar su obra en el mundo. La misión parte de una llamada, nadie se envía a sí mismo: en el ejercicio de la misión todos somos enviados.
• Los Doce Apóstoles
Hasta el momento en el evangelio aparecían los cuatro primeros, llamados a orillas del mar de Galilea (4,18-22). Esta vez se constituye la cifra significativa en el mundo bíblico: Doce. El número recuerda las doce tribus de Israel y, por lo tanto el propósito de la misión, la formación de la comunidad de la nueva alianza, nuevo pueblo de Dios. Mateo habla expresamente de: “Doce Apóstoles” (10,2a). La referencia al pueblo de Dios es coherente con el primer marco geográfico y espiritual de la misión que circunscribe: “las ovejas perdidas de la casa de Israel” (10,6).
• Misioneros con nombre propio
Los “Doce Apóstoles” aparecen con sus nombres propios (ver 10,2-4). Algunos de ellos, incluso con un dato adicional: el cambio de nombre de Simón por Pedro, el hecho que Santiago y Juan sean hermanos, que Mateo sea el publicano y Simón el cananeo (insinuación de pertenecer a un grupo rebelde), que Judas provenga de un pueblo
desconocido (hoy) que se llamaba Carioth (por eso ish-Carioth: hombre de Carioth) y que además sea “el mismo que entregó” al Maestro.
La mención de los nombres nos ayuda a comprender que todo apóstol tiene una identidad propia y una historia que Jesús valora y pone en función de la misión. Ellos no son fichas de una empresa sino ante todo personas reconocibles por su nombre, su ambiente es el de una estrecha familiaridad. En la lista ya se perciben algunas fragilidades personales, sin embargo Jesús tiene estima y confianza en todos. Por todo esto, el apóstol nunca dejará de ser discípulo siempre en proceso de maduración en la escuela de Jesús.
Llama la atención que la Iglesia de Jesús no se haya edificado sobre anónimos sino sobre personas concretas conocidas, identificables, pero ante todo llamados, transformados y enviados por Jesús. Así es la comunidad apostólica.
• La investidura del misionero
Jesús “les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia” (10,1b). Nótese cómo las dos acciones propias de Jesús salvador en el combate contra el mal son las mismas acciones de que caracterizarán al discípulo en el campo misionero: (1) las curaciones y (2) los exorcismos. Jesús les comunica su propio poder.
Todo se sintetiza en la palabra “Reino”. Los mismos discípulos que han aprendido las bienaventuranzas del Reino (ver 5,3.10), cuya proyecto de vida consiste en “buscar primero su Reino y su justicia” (6,33), que por la obediencia a la Palabra de Jesús se esfuerzan por “entrar en el Reino de los Cielos” (7,21), son ahora los proclamadores del anuncio que transformó primero sus vidas: “Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca” (10,7).
Jesús coloca en sus manos la fuerza transformadora del Reino. ¡Qué tremenda responsabilidad!
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón.
Tomemos conciencia del llamado que Jesús nos hace para que seamos misioneros. Él nos ha elegido libremente para asociarnos en su misión, para que hagamos lo mismo que Él en el mundo. Abandonémonos en Él para que nos forme como misioneros proclamadores de su misericordia, la única que tiene poder para cambiar a fondo nuestras vidas y el mundo en que vivimos.
1. ¿Qué significado tiene en el mundo bíblico la mención del número 12 para referirse a los apóstoles que el Señor eligió?
2. ¿He sentido alguna vez en mi vida la llamada de Jesús invitándome a compartir su misión?, ¿Cuándo?, ¿En qué circunstancias me encontraba?, ¿Cómo reaccioné?, ¿Cómo vivo hoy esa llamada a ser, en el estado en que me encuentro, misionero/a de Jesús?
3. Nuestra familia, comunidad o grupo de referencia ¿qué acciones concretas está llamada a realizar hacia los demás, con las cuales proclamar que la buena nueva de Jesús es aún viva y es la única que podrá transformar nuestro mundo?