¡Rendirnos!

En la lógica humana o en el mundo material rendirse significa someterse al dominio o la voluntad de alguien o algo, representa perder, caer derrotado ante alguien o algo más fuerte. Espiritualmente, rendirse es ser conscientes de  entregarle voluntariamente a Dios el control total de nuestra vida, para que él arranque lo que nos impide ser libres y proteja lo que nos ha entregado.

 

Otra actitud con la que debemos llegar a cada encuentro con Dios, es la rendición, no como la ofrece la lógica humana, sino como nos la presenta la palabra de Dios, es vital que nos rindamos de cuerpo y alma, desde nuestra postura física de rodillas o rostro en tierra hasta doblegar nuestros pensamientos y acciones; dejar raciocinios, dudas, apegos, miedos, recuerdos dolorosos y entregarnos, ofrendarnos a Dios como un sacrificio vivo, con total confianza ante el único rey, el único dueño de la vida, ante el único todopoderoso y misericordioso, que abre caminos, derrumba murallas, deposita paz y gozo en nuestros corazones.

 

Rendirnos es llegar a la presencia gloriosa de Dios, ante la persona más importante, sin reservas, vaciarnos totalmente y darle solo a él, el control de  cada área de nuestra vida; de la nación donde él nos ha puesto, de los dones espirituales que nos ha otorgado, de nuestro entorno físico, familiar, ministerial, académico, laboral, sentimental, sexual, económico, etc, dejarle el señorío sobre nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro, para que su amor ordene y guíe nuestra vida.

 

Rendirse es volvernos dependientes de Dios en todo tiempo, en todo lugar y en toda circunstancia, cuando pensamos, cuando nos vemos en el espejo, cuando conducimos, cuando vemos una serie, cuando trabajamos, cuando votamos, cuando chateamos, sin limitarnos por las dificultades o las contrariedades, es poder creer y declarar como pablo en Gálatas 2:20: “y ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí. Y la vida que ahora vivo en el cuerpo, la vivo por mi fe en el hijo de Dios,  que me amó y se entregó a la muerte por mí ”.

 

En conclusión, rendirnos es abandonarnos en su infinita misericordia, dejar que su presencia nos abrace y en libertad vivir lo que dice su palabra “es preciso que él crezca y que yo disminuya”. (Jn 3,30), para que nuestro padre, nuestro amigo nos enseñe el camino que debemos seguir y lo que debemos hacer, nos guste o nos disguste su respuesta.

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