Jesús forma su comunidad (III):
La comunidad madura espiritualmente en el camino de la Cruz
Juan 16, 16-20
Pasamos hoy a la tercera lección sobre el nacimiento y la formación de la comunidad del Resucitado: el Espíritu Santo que Cristo-centra al discípulo, lo coloca precisamente en el centro del ministerio de Jesús, en lo más sublime de su obra: la Cruz.
En Jn 16,16-20, Jesús describe la experiencia de la Cruz desde el punto de vista de su experiencia exterior como interior, emocional, lo que será el camino de la Cruz y su significación en su vida de discipulado.
- La Cruz desde un punto de vista exterior
Jesús enuncia una frase enigmática: “Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver” (16,16; la frase se repite dos veces más en los vv.17 y 19). Es con palabras ocultas (“en parábolas”, dice el v.25) que Jesús habla de su muerte y resurrección, no lo dice forma expresa. Esta frase quiere decir: “yo estoy a punto de desaparecer y nunca más me volverán a ver, pero dentro de poco tiempo Ustedes me verán”.
Los discípulos quedan confundidos. Entonces se reúnen en un grupo a parte y debaten entre ellos (16,17-18) para explorar el sentido de la frase, pero no dan con la respuesta: más que entender que Jesús está hablando de su muerte y resurrección, la dificultad está en captar el significado de ésta para sus vidas. El mismo hecho de que los discípulos se hagan preguntas es importante: interrogar al Señor es la única manera de evitar la parálisis en la vida espiritual. Es un reconocimiento de la impreparación con que nos
encuentra frecuentemente el misterio de la Cruz.
Jesús, quien no está muy lejos, se da cuenta e interviene en la conversación,
anticipándose a la pregunta que le van a hacer (16,19). Jesús capta rápido la situación. ¿Qué tan rápido captamos los problemas de nuestra casa, de nuestra comunidad, de nuestro entorno?
2. La Cruz desde un punto de vista interior, emocional
Jesús responde a las inquietudes de los discípulos haciéndose intérprete de sus propias palabras: “En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo” (16,20). Esta fase también se repite dos veces más (v.21 y 22; la del v.21 se enuncia con una comparación).
Esta respuesta nos aclara mucho lo que fue dicho de forma enigmática, pero da un paso adelante anunciando cómo reaccionarán emocionalmente los discípulos ante su muerte y resurrección, es decir, ante el hecho de no verlo y de volverlo a ver.
Las emociones externas de llanto, lamentación, duelo, aflicción indican la gravedad de lo que está pasando: Jesús se fue en la carne. Su vida terrena, tal como se conoce la vida en la tierra, fue superada, y en esto no hay marcha atrás. Es la experiencia dolorosa de la caducidad pasajera de la existencia humana, de la separación que viene de improviso, de la ruptura y de las profundas heridas humanas que causa la muerte. También la relación entre Jesús y sus discípulo fue sometida a las leyes implacables de la muerte.
Pero Jesús dice que lo volverán a ver. Se refiere a la alegría de la mañana de la resurrección cuando ellos lo encontraron de nuevo con los signos de la crucifixión aún en su cuerpo, un cuerpo ahora glorificado, en nuevo estado, en una nueva dimensión de la vida.
Entonces el llanto y el duelo, propios de la impotencia humana frente a la muerte, no permanecerán; el sufrimiento no será de modo definitivo. El cambio en el estado de vida de Jesús tiene consecuencias profundas para los discípulos: “Vuestra tristeza se convertirá en gozo”. El regreso de Jesús no está limitado a las apariciones pascuales, sino que tendrá como resultado su misma presencia en el corazón de los creyentes, haciendo que este gozo “ya nadie lo pueda quitar” (16,23).
La Pascua interior del discípulo
Hay que observar la manera como Jesús se expresa. No dice: “Después que Ustedes hayan tenido una gran tristeza entonces yo voy a venir a darles la alegría”. No se trata de una secuencia: primero la tristeza y después la alegría.
No se trata de una secuencia sino una consecuencia. Es como si Jesús estuviera diciéndoles: “La tristeza que Ustedes están viviendo ahora será causa alegría para Ustedes mismos”.
Esto define una ley importante de la vida espiritual: la resurrección viene de dentro de la Cruz y es una superación de la misma. Esto quiere decir que lo que calificamos como desgracia nos pone en la ruta de una experiencia pascual, que allí ya está aconteciendo el Señor que de dentro de esa situación hará brotar la alegría. La Resurrección no es un dejar de lado la Cruz sino la transformación de ella en una nueva expresión de vida.
Jesús, que conoce bien a sus discípulos se da cuenta enseguida que no ellos no han terminado de entender y entonces acude a un ejemplo. Jesús es amigo de las metáforas tomadas de la vida real, el sabe captar la poética de la realidad. Vean que ilustración tan especial la que propone el Señor:
“La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo” (16,21).
Mañana retomaremos este último versículo.
Cultivemos la semilla de la palabra en lo profundo del corazón
- ¿Qué es lo que se ve externamente en la Cruz?
- ¿Qué obra internamente la Cruz en Jesús y en el discípulo?
- ¿Qué hago cuando no comprendo algo? ¿Qué hicieron los discípulos de Jesús?