HONRA A TU PADRE Y A TU MADRE (Ex. 20, 12)

En la carta de San Pablo a los Efesios encontramos estas palabras dirigidas a todos los que somos hijos: “hijos obedeced a vuestros padres en el Señor, por que esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, tal es el primer mandamiento que lleva consigo una promesa: para que seas feliz y se prolongue tu vida sobre la tierra” (Ef 6,1-3). En el A.T., aparecen varias exhortaciones en la misma línea. Honra a tu padre con todo tu corazón, y no olvides los dolores de tu madre. Recuerda que gracias a ellos has nacido, Cómo les pagarás lo que han hecho por ti? (Si. 7, 27-28)

 Como vemos es Dios mismo quien pide la obediencia de los hijos a sus padres. No se trata de una simple conveniencia social, sino que la autoridad de los padres es algo esencial dentro del plan de Dios. La frase en el Señor también significa que cuando los hijos establecen una buena relación con Dios, están capacitados para establecer una sana relación de obediencia con sus propios padres. 

El “honrarás a tu padre y a tu madre” es un mandamiento y una promesa de bendición, dirigida a todo el pueblo de Dios. No puede haber una sociedad bien unida si las familias no siguen una misma dirección y éstas a su vez no pueden seguir una dirección definida si sus padres no ejercen la autoridad sobre sus hijos. 

San Pablo refuerza esta idea “hijos obedeced en todo a vuestros padres, porque esto es grato a Dios” (Col. 3,20). Fijémonos en la expresión en todo: se trata de una obediencia integral. Excepto en lo que es manifiestamente pecado o vulnera la dignidad de la persona. Una obediencia a medias que conduce a los hijos a guiarse por sus propios intereses, y llega a impedir la unidad de la familia. Es contrario a lo que nos enseña el mundo actual que lleva los hijos a pedir desde muy temprana edad una libertad para todo, un “dejar hacer”, un “dejar pasar” con el pretexto de que no se les puede “traumatizar”. 

Esto en el fondo es una excusa para ocultar necesidades inconsistentes y no asimiladas con madurez que los llevan a verdaderas esclavitudes ya sea de sus propios caprichos o de los caprichos y orientaciones de los amigos o de los medios de comunicación social que los influyen y que a veces se convierten en sus tiranos.

 En Colombia hace falta impulsar una cultura que lleve a una verdadera honra a los padres. Los hijos deben tener un sano temor reverencial a sus padres a semejanza guardando las proporciones, del temor que todos le debemos a Dios. El temor a Dios es un temor filial, no es miedo ni cobardía sino que se caracteriza por la admiración y el respeto a su grandeza y santidad. y por un agradecimiento a las bendiciones constantes y al amor que recibimos de Él. 

En la relación de los hijos con los padres debe haber algo de esta admiración, veneración y gratitud. El aprecio por la sabiduría, por su experiencia y por su testimonio de vida. Es una piedad filial que está hecha de gratitud para quienes mediante el don de la vida, su amor y su trabajo han traído sus hijos al mundo y les han ayudado a crecer en estatura, en sabiduría y en gracia, como lo hicieron José y María con Jesús (cfr. Lc. 2,52). 

Pero este cuarto mandamiento indirectamente es una exigencia divina para los padres como si se les dijera que actúen de modo que su comportamiento merezca la honra y el amor de sus hijos: “Padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino formadlos más bien mediante la instrucción y la corrección según el Señor” (Ef.6,4). 

Como vemos no es fácil ser padres hoy. Es nula o muy poca la preparación para semejante tarea. El dicho popular “primero hay que saber obedecer para luego saber mandar” es una clave no solo para la unidad de las familias, sino también para la unidad de las comunidades eclesiales y de la sociedad en general.

Compartir
Entradas relacionadas
Deja un comentario

Tu dirección email no será publicada. Los campos requeridos están marcados *