Sabernos amados por el Padre

Sabernos amados por el Padre
Mateo 6, 1-6.16-18
“Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”

¿Qué didáctica utiliza Jesús esta vez? Siguiendo el hilo conductor de la pregunta ¿en qué se basan nuestras relaciones con Dios?, Jesús hace un repaso sobre las tres obras de piedad que unen el corazón hombre con Dios, típicas de la cultura religiosa hebrea: la limosna (6,1-4), la oración (6,5-15) y el ayuno (6,16-18).

En cada una de ellas hace esquemáticamente la misma contraposición que diferencia la praxis de los fariseos y escribas de la de un discípulo de Jesús: “no hagas (esto o aquello)…”, “tú, por el contrario” (6,3.6a.17).

Todas las contraposiciones terminan siempre de la misma forma: “Tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará” (6,4.6b.18).

Esta observación analítica de diversas prácticas religiosas que ponen a una persona en comunión con Dios, plantea en el fondo las preguntas: ¿De dónde parte la espiritualidad? ¿Cuál es su finalidad? Las comparaciones establecidas por Jesús hacen emerger actitudes correctas e incorrectas; el discípulo deberá analizarse a sí mismo y tomar decisiones.

La repetición del verbo “ver” (siete veces y de punta a punta en el pasaje de hoy), concretamente el “ser visto” –la necesidad humana del reconocimiento- nos da la pista para el abordaje del texto.

1, La limosna: ¿para que me vea quién?

El primer caso (Mateo 6,1-4) es el de la persona que da ayudas a otras personas con el fin de obtener buena fama. Es la caridad con “publicidad” (imagen del “trompetear por delante”, 6,2), para “ganar puntos” en la farándula local. La motivación es la de ganar el aplauso de los demás: ganar privilegios ante las personas y adquirir poder. Si eso es lo que busca, ya recibió el premio.

Pero para Jesús, el gesto debe quedar entre la persona y Dios. La recompensa que vendrá en ese caso será la profundidad de la relación con el Padre.

2, La oración: ¿para que me vea quién?

El segundo caso (6,5-6) nos coloca ante la situación de quien hace de la oración un instrumento de promoción personal. Para Jesús esto -así como en el caso anterior y en el que viene después- es una hipocresía, la oración pierde su finalidad que es la comunión profunda con Dios que nos hace entrar en el ámbito de su poder creador y transformante desde lo más profundo de nuestro ser; precisamente allí donde no pueden llegar las
miradas de los otros.

Para indicar este espacio de intimidad, Jesús habla de “entrar en el cuarto” y “cerrar la puerta”, para enfatizar que la oración es ante todo relación con el Padre. Allí, el Padre que está en lo escondido, invisible, fuera de nuestro control, nos “recompensará” ampliando en reinado en nuestras vidas.

3, El ayuno: ¿para que me vea quién?

En la piedad fariseo el ayuno reforzaba la oración: tenía un valor penitencia, pero también –cuando era colectivo- era una manera de pedirle a Dios el Mesías. Por otra parte, la privación de alimento es fuente de vida en varios aspectos; así, cuando una persona ayuna le trae más vida a su organismo, dándole la posibilidad de reponerse. También es un gesto de solidaridad para con quien está pasando hambre, que se concreta luego en el compartir el alimento que se dejó de comer para que otros tengan vida.

Ahora bien, cuando una persona ayuna, es difícil que no se le note que está aguantando hambre. Pero peor es cuando esto se hace intencionalmente: a través del cuerpo desfigurado anunciarle al mundo que está ayunando (6,16-18). Entonces algo tan sagrado se convierte en una acto hipócrita.

Jesús insiste en que el ayuno debe ser hecho en secreto, en la intimidad con el Padre.

En fin, en los tres casos anteriores se hace notar una falla en la vida espiritual, aún dentro de un esfuerzo espiritual. Cuando una persona hace las cosas para “ser visto” externamente es que está buscando confirmación, aprobación, reconocimiento; por lo tanto no ha entendido o asumido que Dios Padre ha estado ahí amándolo y que cuenta con su confirmación, aprobación y reconocimiento, en pocas palabras, que lo ama desde lo más profundo de su ser.

El camino correcto de la espiritualidad parte de este estar “cara a cara” ante el Padre, de quien recibimos vida y afecto. Entonces proyectaremos este amor a los demás y no la avidez de un reconocimiento, que en el fondo, es declaración de una honda carencia.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

  1. ¿Qué finalidad tienen la limosna, la oración y el ayuno? ¿Qué ámbitos de relación están implicados en cada uno de ellos?
  2. Un niño(a) en una casa hace cosas para llamar la atención de los adultos. ¿De quién espera que le preste mayor atención?
  3. ¿De dónde parte la relación con Dios? ¿Cuál es el fundamento y la palabra primera?
  4. ¿Qué valores pretende promover esta enseñanza? ¿Qué antivalores quiere corregir?

“¿Oh Corazón inmenso, podrá haber algo mayor que tú? ¿Y quién puede decirme que existe algo más grande, en el cielo o en la tierra, que aquel a quien yo he dado mi corazón?”

(San Juan Eudes, “Llamas de amor”)
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