Jesús mismo responde con una palabra de poder ante el hombre de la mano derecha atrofiada: ‘extiende tu mano’.
Jesús pone en medio de la comunidad, en el centro, a toda persona necesitada. En todo tiempo y en todo lugar.
Los fariseos y escribas, que quieren presentarse como garantes de los derechos de Dios, en realidad no captan a Dios, a pesar de tenerlo al frente; están más preocupados por un sistema religioso, que por su obra salvifica.
Al final el narrador anota que ellos se llenaron de una ‘cólera tarada’. Son los mismos que llevarán a Jesus a una cruz.
La pregunta de Jesús sigue resonando dos mil años después con la misma intensidad.