Miércoles – Semana 9 del Tiempo Ordinario/ Los conflictos que enfrenta Jesús : Una relación que trasciende la muerte (II)

Marcos 12, 18-27
“No es un Dios de muertos sino de vivos”

En el pasaje que leímos ayer se dijo “Dad a Dios lo que es de Dios” (12,17a), pero no se dijo qué era lo que había que darle. Esto se aclarará en el texto de mañana, pero hoy se dan las bases: Dios es un Dios de los vivientes y la relación con Él está determinada por este aspecto.

“Se le acercan unos saduceos” (12,18a). Jesús había silenciado a los fariseos y herodianos, ahora son los saduceos (12,18) los que van a tratar de atraparlo. Del problema político pasamos al problema jurídico-religioso. Notemos también que si en el texto anterior Jesús respondió con cierta delicadeza, con la fuerza de la argumentación, esta vez dice francamente: “¿No estáis en un error…?” (12,24), “Estáis en un gran error” (12,27).

  1. El planteamiento del problema (12,18-23)
    Desde el principio se dice que los Saduceos se caracterizan –entre otras cosas- porque afirman que no hay resurrección de los muertos. Sobre este hilo se desarrolla la historia que le cuentan a Jesús. Se trata de una mujer que se casa con siete hombres, los cuales por cumplimiento de la Ley de Moisés (Deuteronomio 25,5-6) son todos hermanos.
    Viene entonces la pregunta: en caso de que haya resurrección de los muertos, “¿de cuál de ellos será mujer?” (12,23). La hipótesis del matrimonio con todos juntos –siete maridos contemporáneamente- suena ridícula, ¿a quién, entonces, le pertenece el derecho?

Es verdad que el ejemplo que le ponen a Jesús es exagerado. Pero la finalidad de esta historia es mostrar que la resurrección de los muertos genera situaciones absurdas y por lo tanto habría que desecharla por no ser razonable.

  1. La respuesta de Jesús (12,24-27)
    De nuevo se ve la habilidad de los adversarios de Jesús: un problema jurídico complicado para el que ellos ven como un inculto profeta galileo. La respuesta de Jesús deshace la trama de la sofisticada casuística de los adversarios:
    (1) Los reprende: “¿No estáis en un error precisamente por esto, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios?” (12,24). En otras palabras, la pregunta está mal hecha.
    Ésta tiene un presupuesto que deja entrever la ignorancia de los saduceos en materia bíblica y de experiencia de Dios.

(2) Los instruye: “Cuando resuciten… ni ellos tomarán mujer ni ellas marido” (12,25). Les muestra que tienen una falsa concepción de Dios: para ellos Dios es un Dios de normas legales, un Dios cuyo poder pareciera no poder superar los límites de la vida terrena del hombre. En cambio para Jesús Dios es el Dios de Alianza:


• Es el Dios cuyo poder creador traspasa lo límites de la muerte: por eso la
resurrección no es simple prolongación del estado terreno actual sino nueva creación (“serán como ángeles en el cielo”).


• Es el Dios de las relaciones personales y no simplemente jurídicas. La relación con Él está determinada por su benevolencia: Él se ocupa del hombre, lo guía, promete y cumple sus promesas. Por eso la relación con Dios siempre está vigente; por eso la relación de Dios con los patriarcas no termina terminado con la muerte de éstos: cuando Moisés escucha la voz de Dios en la zarza ardiente (Éxodo 3,6) comprende que los patriarcas están vivos y en relación con Dios: “Yo soy el Dios de Abraham…” (12,26)


• Es el Dios para quien todo lo que hace está destinado a la vida, porque Él es el Dios de los vivientes: “No es un Dios de muertos sino de vivos” (12,27). Por eso en el cielo Dios no está rodeado de difuntos sino de personas vivas que, habiendo concluido su historia terrena, han recibido de su poder creador la plenitud de la vida.


¡El poder creador de Dios es inagotable! Jesús no habla de una supresión de la muerte terrena ni tampoco pretende dar detalles sobre cómo es la vida futura; pero su respuesta a los saduceos sí se ocupa de presentar el fundamento de la vida futura:
(1) Por parte de Dios: su amor y su poder que son siempre vigentes.
(2) Por parte de los hombres: la comprensión correcta de Dios y su respuesta de fe en su amor y en su poder.


Todo el que entabla esta relación de amor profundo, de alianza, con Dios, tiene la base para entrar para siempre en el Reino de la vida.


Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

  1. ¿Quién es Dios para Jesús? ¿Quién es Dios para mí?
  2. Experimento profundamente la relación personal de Dios conmigo? ¿Cómo es mi respuesta a esa relación de amor? ¿En qué forma esa respuesta tiene que ver algo con las personas que me rodean?
  3. ¿Qué signos concretos vivimos en nuestro grupo, en nuestra comunidad, en nuestra familia, que nos lleven a manifestar el amor fiel de Dios? “Divino Corazón, objeto primero del amor del Padre eterno y del tuyo propio, me entrego a ti para abismarme por siempre en ese amor”
    (San Juan Eudes, “Llamas de amor”)
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