La reconciliación pronta y prioritaria
Mateo 5, 20-26
“Ve primero a reconciliarte con tu hermano”
Hoy comenzamos a escalar altos niveles en el aprendizaje del Sermón de la Montaña. Con el texto bíblico en la mano exploremos la enseñanza de Jesús.
Lo que vimos ayer es importante. Pero la enseñanza no quedaría completamente clara sin lo que viene: ¿Cómo es que Jesús lleva a “cumplimiento” la Ley de Dios, cuyo espíritu tanto defendían los Profetas?
Jesús responde de dos maneras: (1) con una frase que enuncia el nuevo programa de la vida según el Reino (o que “hace entrar en el Reino”), y (2) con casos concretos que, como veremos, corresponden a una “escuela de valores”.
- El programa
El enunciado los leemos en Mateo 5,20: “Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos”. El comportamiento superior (o “justicia” o “actuar justo”) al que alude Jesús, es tal en cuanto supera la preocupación por lo “cuantitativo” o “puntual” –característico de los estudiosos de la ley y los judíos piadosos- y apunta más bien a lo “cualitativo” que se mueve en la dimensión nueva y profunda del Reino de Dios, es decir, a partir de la obra de Dios Padre en nosotros.
El simple conocimiento de las normas es insuficiente. Si tenemos en cuenta la enseñanza de las bienaventuranzas, comprenderemos que la “nueva justicia” parte de la espiritualidad de las bienaventuranzas, en las cuales se anunciaba la buena noticia de la obra de Dios Padre en el discípulo de Jesús. Se trata de una justicia que parte de un corazón nuevo: la renovación interior resplandecerá y se hará visible en todos los comportamientos del discípulo (“brille vuestra luz delante de los hombres”, 5,16). Entonces estará “cumpliendo” a cabalidad la Ley.
- La didáctica: una escuela de valores.
¿Cómo educa Jesús en esta “nueva justicia”? Como se ve enseguida, Jesús hace “escuela de valores”. Jesús va a proponer seis valores fundamentales que orientan el comportamiento del discípulo en medio de las relaciones con los demás. Que Jesús tome como punto de partida las relaciones con los demás tiene sentido, porque en ellas es donde se verifica si verdad somos hombres nuevos o no. Si andamos aislados para evitar problemas nunca sabremos si llevamos o no por dentro la novedad del Reino.
Jesús educa a sus discípulos confrontándolos con historias concretas de vida. Para ello: (1) pone una situación problemática tomada de la cotidianidad, (2) propone el valor que puede iluminar el comportamiento del discípulo en ese tipo de situaciones y (3) muestra
cómo el valor se lleva a la práctica. El discípulo, luego, lo aplicará muchas otras situaciones.
El valor propuesto en cada una de las situaciones, muestra cómo la vivencia de la Ley (“Habéis oído que dijo a los antepasados…”) a partir de la praxis de las bienaventuranzas (“Pero yo os digo…”) abre nuevos horizontes de vida que humanizan y santifican el mundo. Así los discípulos se hacen “sal” y “luz” en sus respectivos contextos familiares, sociales y eclesiales.
La “escuela de valores” tiene el siguiente plan: teniendo en vista que es en las relaciones con los demás donde se verifica que una persona vive la novedad del Reino…
(1) Observa tres tipos de situaciones en las cuales la solución del problema depende de uno (5,21-37).
(2) Observa dos tipos de situaciones en las cuales el conflicto no proviene de uno (5,38-48).
Este tipo de reflexión que conduce Jesús es importante porque para que haya un problema se necesitan las dos partes: el que afecta y el afectado. Sucede, a veces, que el afectado quiere tomar la iniciativa para restablecer la justicia, pero el otro no está interesado. ¿Qué hacer entonces? Por eso el doble abordaje: qué hacer cuando las soluciones dependen de uno y qué hacer cuando no dependen de uno.
- Comienza la “escuela de valores”: Qué valores mueven al discípulo cuando las soluciones de los conflictos dependen de él
Jesús presenta tres ámbitos de relacionalidad conflictiva: (1) el amigo que se vuelve enemigo por una deuda que no se pagó (5,21-26), (2) la infidelidad matrimonial (5,2632) y (3) la transparencia (verdad) en la comunicación verbal (5,33-37).
Hoy el evangelio se extiende en el primer caso: el del amigo que se volvió enemigo por una deuda no solventada (5,21-26).
Un discípulo de Jesús tiene en alta estima la “fraternidad”, pero puede suceder que amigos o hermanos terminen como enemigos. Veamos:
(1) La situación de fondo, la deuda, aparece dramáticamente llevada hasta el extremo: el prestamista está a punto de aplicarle el rigor de la ley a su deudor (la cárcel y el trabajo forzado de su mujer y sus hijos para cubrir así la deuda). Los dos en conflicto ya van camino del tribunal (ver 5,25-26).
(2) El valor propuesto es el de la reconciliación. El planteamiento aparece dos veces: “Vete primero a reconciliarte con tu hermano” (5,24b) y “Ponte enseguida a buenas con tu adversario” (5,25ª). Se trata de una “prioridad” que no admite aplazamientos: “primero”, “enseguida”. Todas las energías personales deben canalizarse en el logro de este noble fin.
(3) La aplicación del valor se ve claramente en el caso de dos personas que se irritan: buena ilustración de lo que sucede cuando alguien no le paga a uno lo que generosamente se le prestó. La reconciliación debe ser:
• Pronta. Lo ejemplifica el v.22. Uno sabe cómo comienzan los problemas (una simple “cólera”, 5,22ª) pero no sabe cómo pueden terminar (en asesinato). Entre más tiempo pasa la gravedad de la propia responsabilidad es mayor (ver las tres instancias de justicia en el v.22). Por eso hay que parar cuanto antes.
• Primero que todo. Lo ejemplifican los vv.23-34. Lo más sagrado para un judío es la hora de la ofrenda en el Templo, para lo cual generalmente hace un largo viaje que desplaza todos los demás compromisos. Pues bien: el recuperar la paz con un hermano es más importante que aquello que consideraba hasta entonces su mayor valor.
Con la prontitud y la prioridad sobre cualquier otra actividad en el ejercicio de la “reconciliación” con el hermano, se sabe qué es lo que está en la cumbre de nuestra jerarquía de valores.
Jesús partió de una situación que se ve todos los días. Por cierto, ¿quién no se ha irritado alguna vez? Si tomáramos a la letra este evangelio: ¿habría suficientes tribunales en el mundo para toda la gente que se irrita? Habría colapso del sistema judiciario. Sin embargo, aquí hay una gran verdad: la santidad (la “justicia superior”) a la que nos conduce el Dios del Reino debe llevarnos a saber gerenciar los problemas que todos los días –y setenta veces siete- surgen en las relaciones. Hay pequeñas situaciones en la vida, que van más allá la concreción legal, que escapan a la posibilidad de enjuiciamiento, pero a las cuales hay que ponerles mucho cuidado para colocar allí la “sal” y la “luz” del Reino.
Por tanto, el problema no es que haya problemas, el verdadero problema es que no queramos solucionarlos. ¡El valor de la reconciliación pronta y prioritaria debe acompañarnos todos los días y el día todo! ¡Qué no se deterioren las relaciones con “tu hermano”! Y si ya se deterioraron: ¿Qué haría una persona que vive la bienaventuranza: “bienaventurados los que trabajan por la paz” (5,9)?
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Tengo algún enemigo?
2. ¿El estar en paz con un hermano es para mí una urgencia? ¿Siento “hambre y sed de la justicia”, es decir, de restablecer prontamente las relaciones deterioradas?
3. ¿Cómo voy a ejercitar personalmente y educar a otros en la escuela de valores que Jesús propone, en el ámbito de mi familia, de mi comunidad, de mi barrio?
“Corazón benignísimo, nunca has estado sin amarme; que toda la inspiración de mi corazón sea amor por ti” (San Juan Eudes, “Llamas de amor”)