El gorrioncito y la jaula de oro

En un campo muy florido y con muchos árboles silvestres vivía un gorrioncito de hermoso plumaje, cuando cantaba todos los árboles y las flores danzaban de alegría porque su trino era dulce y tierno. En la sencillez de su corazón había cosechado su encanto, todos en el campo lo tenían por transparente, franco y bueno. Pero sucedió que un día, un canario que volaba por el campo, viendo al gorrión con qué alegría cantaba, deleitando a todos los seres que bailaban al vaivén de su melodía, quiso él hacer lo mismo pero no pudo ya que en su corazón no había alegría. Entonces dijo:

— ¿Será que lo que lo hace cantar con tanta alegría, es porque se le ve un gorrión feliz, bueno y humilde? Qué envidia siento, porque si esto es cierto yo voy a hacer que cambie su manera de ser y lo haré como soy yo, porque lo convertiré en un gorrión amargado, egoísta, soberbio y ambicioso cuando comience a levantarle el ego, con el fin de que se le quite hasta las ganas de seguir viviendo. ¿Qué trampa le pondré para que la insana intención de mi corazón se haga real? ¡Ah! Ya sé, construiré con mis propias garras una jaula para regalársela, y la pintaré de dorado para que parezca de oro y se vea más hermosa. Así le gustará más y cuando le haga creer que la jaula le dará todo lo que tiene, pero en abundancia y otras cosas más, si la acepta, lo trasladaré a un mundo diferente del que ahora goza con la simpleza de su alma. Esto lo hará llorar cuando se vea atrapado en ella.

Entonces, sin pérdida de tiempo, el canario se dispuso a construir la jaula. Cuando terminó su obra maquiavélica, como era de esperar, fue a buscar ávidamente al gorrión hasta que lo encontró. Y acercándose a él tras el velo de una falsa amistad, le empezó a decir:

— ¿Sabes? Te he oído cantar y te felicito porque tu trino es muy hermoso, pero he visto que tú podrías ser más admirado por todos los del campo si mostraras tu encanto en esta jaula de oro. Si deseas te la regalo porque tú me caes muy bien. Además deseo ser tu amigo. ¿Qué te parece?

El gorrión le contestó:

— No hay necesidad de que me la regales si deseas mi amistad, pero lo que no entiendo es por qué causa mostraría más mi encanto, como tú dices, en esta jaula. ¿Qué misterio encierra?

— Bueno, te lo diré –le dijo el canario–. Como esta jaula llama mucho la atención por su brillo y lo hermosa que es, eso mismo hace que se les ilumine los ojos a quienes gustan sólo del lujo, y con mayor razón si dentro de esta jaula hay algo que la hace más deseable. Por lo tanto, su mayor atención serás tú ya que cantas tan bonito, y si te llevas de mi consejo cantando dentro de ella, te aseguro que obtendrás todo lo que deseas. Además, todos caerán rendidos a tus pies ya que te admirarán más por lo que te vas a mostrar elegantemente. Piensa en lo que te hablo y proponte cantar dentro de la jaula.

El gorrión, un poco consternado por lo que el canario le hablaba, le dijo:

— No comprendo con qué finalidad haces esto por mí, ¿pero sabes?, ya me empieza a gustar la jaula; es más, te haré caso y me pondré a cantar desde ahora dentro de ella, quien sabe así podré gozar de lo que jamás soñé en la tierra. Y así lo hizo en los días que todavía la felicidad lo acompañaba, entrando y saliendo de la jaula cuantas veces quería. Pero con el transcurrir del tiempo, después que gozó de todo lo que el canario le había manifestado, eso mismo se volvió contra él, porque al sentirse ya preso por la ambición que lo embargaba para tener cada día más, como era de esperar la codicia se encargó de encerrarlo, hasta el punto que terminó por enfermarlo ya que se había convertido en un ser amargado, egoísta y soberbio. Y el canario, como sabía lo que le iba a suceder, tomó como punto de partida la amargura en la que el gorrión iba a caer para construir la jaula. Entonces, la hizo de tal manera, que cuando el gorrión llegara a sentirse totalmente desesperado por su situación, esa misma fuerza negativa que iba a brotar de su alma se iba a encargar de empujar la puerta de la jaula cerrándola para siempre. Cuando esto sucedió, dijo:

— Dios mío, ¿qué es lo que he hecho?, porque me siento encerrado dentro de mí mismo. ¿Cómo podré ahora cantar las hermosas melodías que brotaban de mi alma, si ahora ella se encuentra enferma? Y pensar que yo era un gorrión muy alegre, podía volar por donde se me antojaba, me alimentaba de la misericordia de Dios. ¿Por qué fui tan tonto, Señor?, ya que no aprecié en su momento la riqueza que tú me dabas, como es la libertad en que podía vivir mi alma, sin desear nada de lo que más tarde me iba a enfermar, quien sabe yo no estaba preparado aún para obtener todo este beneficio, ya que me volví ambicioso y altanero. Ahora siento mi mente obnubilada y mi alma ya no goza ni con las estaciones del año, pronto me convertiré en un recuerdo olvidado. Así ya no quiero seguir viviendo, a no ser que se me abra la bóveda del cielo y pueda volver a ser lo que fui, un gorrión bueno y humilde, que se alegraba tan solo cuando veía feliz a los demás.

Y mientras dialogaba consigo mismo, comenzó a sentir que algo se abría en su interior. Y se dijo:

— ¿Será que se me está abriendo la bóveda del cielo, porque Dios ha tomado en cuenta mi arrepentimiento? De pronto, una voz que venía desde muy adentro de su conciencia, le habló:

— Así es, y cómo te has arrepentido del desvarío en que has vivido nuevamente serás bendecido, y obtendrás mucho más de lo que el canario te dio con su jaula falsa, porque como se te devolverá la buena forma de ser que tenías, la riqueza que te vendrá de ahora en adelante será no sólo para ti, sino que pensarás también en los que no están en tu lugar para que los puedas ayudar.

El gorrión, después que escuchó a la voz, como ya había aprendido esta lección, extasiado se quedó cuando vio que la puerta de la jaula se hallaba ya abierta. Y reflexionó:

— Con razón empezaba yo a sentirme libre y como que una luz alumbraba ya mi mente. Ahora podré pensar mejor con una actitud más lúcida. Y mientras hablaba con felicidad cantó más alto que nunca. Entonces, el canario, al escucharlo, apareció tan sólo para desearle su maldición, más al gorrión ya no lo tocó. Y volvió a decir:

— Pobre canario, se ve que está muerto de rabia porque su trampa le falló, y yo voy a ser diferente a él, porque quiso cambiar mi manera de ser en forma insana y no lo logró, pero yo haré lo contrario a su propósito para que sea feliz.

Y muy contento bajó desde donde estaba para ayudarlo.

Fin

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