El costo de ser profeta
San Mateo 14, 1-12
“Su bandeja fue traída en una bandeja y entregada a la muchacha”.
Ante la persona de Jesús siempre se toma alguna posición. En el texto de ayer vimos la reacción de las personas familiarizadas con Jesús desde pequeños, hoy vemos la reacción de uno que ni siquiera lo ha visto, uno –por así decir- extraño a Jesús: el rey Herodes, rey (con título de Tetrarca) de la región donde Jesús está evangelizando.
Con el rey Herodes como protagonista tenemos hoy el segundo cuadro de la galería de las experiencias de fe. Pero de nuevo tenemos la antítesis de la fe: un hombre que no comprende la identidad de Jesús (dice: “Ese es Juan el Bautista, él ha resucitado…”), que saca conclusiones rápidas acerca de Jesús (“… por eso actúan en él fuerzas milagrosas”). Para Herodes la persona de Jesús es el fantasma de su víctima.
El texto de hoy lo podemos leer desde tres ángulos:
- La evangelización llega al rey. El evangelio no sólo llega a los ambientes populares sino que resuena también en el palacio del rey (“Se enteró el rey Herodes de la fama de Jesús”). Esta es la evangelización que toca las estructuras del poder, los centros de decisión. Y también aquí encontramos resistencias para que el nombre de Jesús sea aceptado de manera que todos se descubran amados, perdonados y salvados. El evangelio llega allí donde pueden incubarse actitudes de sometimiento del otro para generar un hombre nuevo, no centrado en sí mismo sino en el servicio (ver Mt 20,25-26).
- La falsa idea que el rey se hace de Jesús. Las “fuerzas milagrosas” de Jesús tienen su explicación –según Herodes- en un eventual resurrección de Juan Bautista y no en la novedad del Reino predicada por Jesús y de la cual el Bautista había sido el precursor y el último de sus profetas (ver 11,13). El rey no es capaz de dar un paso adelante en el itinerario histórico-salvífico. La actitud de Herodes ante Jesús concuerda mucho con el sentir popular que se expresará más adelante cuando Jesús pregunte qué es lo que la gente piensa de él (ver Mt 16,13-14).
- El pecado del rey. Cuando Herodes escucha hablar de Jesús lo que emerge en su conciencia es la historia de su pecado (“lo que sucedió es que…”, v.3): el asesinato de Juan Bautista víctima de su negativa para cambiar su vida de pecado (14,4), de su miedo a la impopularidad (14,5) y de su estupidez como gobernante (14,7 y 9). La historia del martirio de Juan en realidad le hace un juicio al rey, poniéndose así de relieve para nosotros los lectores, cómo es un modo de pensar y de actuar incompatible con el evangelio.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Qué cobertura tiene mi acción evangelizadora? ¿Me preocupo por llevar la Palabra hasta los centros de decisión que hay hoy? ¿Qué es lo que Jesús quiere transformar allí?
- ¿Quién era Jesús para Herodes? ¿Quién es Jesús para mí?
- ¿Qué me enseña la historia del martirio de Juan? ¿Cuál es mi pecado que me puede llevar a hacer a otros “víctimas” de mis errores?
“Mirad a los hombres, vuestro prójimo, imagen de la Santísima Trinidad, hecho para compartir su Gloria, con el universo a su servicio, miembros de Jesucristo, rescatados a toda costa de tantos dolores, oprobios y sangre. Mirad su inmensa miseria (…). Si considerarais atentamente la obligación que tenéis de centraros en el honor de Jesucristo y la salvación de los hombres, veríais qué deber es para vosotros el estar listos para todo trabajo y esfuerzo a fin de llegar a ser aptos instrumentos de la gracia de Dios”
(Carta de San Ignacio de Loyola a los hermanos de Coimbra)