Lectio Divina- Miércoles/ Aprender a hacer en Jesús la voluntad de Dios

Miércoles – Semana 10 del Tiempo Ordinario

Aprender a hacer en Jesús la voluntad de Dios

Mateo 5, 17-19

“No he venido a abolir sino a dar cumplimiento.»

Quien hace la experiencia de las “bienaventuranzas” es un hombre nuevo en el Reino de Dios predicado y llevado a cabo por la persona de Jesús, en Él tiene ahora un nuevo corazón. El discípulo comienza a centrarlo todo en Jesús.

Pero la vivencia de la radical novedad del Reino puede llevarlo a pensar que la “la Ley y los Profetas” quedan abolidos (Mateo 5,17ª). Pues bien, esto es exactamente así, sino como dice Jesús: “No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento” (5,17b).

La frase “la Ley y los Profetas” es una forma de designar técnicamente la Biblia Hebrea (para nosotros es gran parte del Antiguo Testamento), esto quiere decir que indica toda la primera parte de la revelación de Dios. La “Ley” es el criterio de vida por excelencia para el pueblo que ha hecho Alianza con Yahvé. Los “Profetas”, en cuanto defensores de la Alianza, fueron intérpretes de la Ley.

Cuando Jesús dice que vino a “dar cumplimiento” de “la Ley y los profetas”, está afirmando que en Él está visible todo lo que la Ley y los Profetas intentaron decir. Lo que Dios le ha querido revelar a su pueblo tiene su punto culminante en la persona de Jesús. Por eso, digámoslo así, entre el Antiguo y el Nuevo Testamento no hay contradicción sino una línea continua, siempre ascendente.

La mirada se coloca entonces en todas las acciones de Jesús en el evangelio, porque fue allí donde “le dio cumplimiento” al querer de Dios. Ya la primera acción de Jesús en el Evangelio de Mateo había sido programática al respecto cuando, a orillas del Jordán, le dijo a Juan: “conviene que cumplamos toda justicia” (3,15).

En las palabras siguientes de Jesús se profundiza en la manera como se da “cumplimiento” a la Ley y los profetas:

(1) Por parte de Dios, Él mantiene firme su Palabra y nos ofrece un camino para que ésta se realice plenamente (“que todo suceda”, 5,18)

(2) Por parte del hombre, la Palabra de Dios alcanza su cumplimiento en él en la medida en que la lleve a la práctica y sean enseñadas (“observar y enseñar”, 5,19).

Dios es el primero que pone en práctica la Ley en su Hijo Jesús. La “justicia” primera es la de Dios. Y esta justicia –según el evangelio de Mateo- se llama Jesús. Por eso en lo que sigue inmediatamente no se hablará explícitamente de la “enseñanza de Jesús” (sólo hasta 7,24) sino del “cumplimiento de la Ley”, sencillamente porque este orden de ideas, es lo mismo.

Dios: La Palabra se hace realidad

“Os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda” (5,18).

Todo lo que la ley quiere que “suceda”, hasta los signos gráficos más pequeños de la lengua hebrea con que está escrita “la Ley y los Profetas” -que es la “yod” (se escribe como una humilde “coma”) y un pequeño detalle de la caligrafía (se le llama “keráia”)- Jesús lo realiza en su propia vida y de esta manera le ofrece a quienquiera que le siga la posibilidad de aprender en él a hacer la voluntad de Dios.

El evangelio poco a poco irá desvelando que de qué manera el “cumplimiento” está en la praxis de Jesús. La síntesis de lo que quieren la Ley y los Profetas finalmente será el amor misericordioso (ver 22,34-40; 12,7).

De esta forma la “Ley” sigue siendo inquebrantable, pero por otra parte no se comprende plenamente sino en la interpretación que le da Jesús.

En consecuencia, porque Jesús le dado su máxima expresión a todo el valor que tienen “La Ley y los Profetas”, todos tenemos la posibilidad de vivir la Palabra de Dios en su seguimiento y, así, ésta mantendrá su vigencia hasta el fin del mundo (“cielo y tierra pasarán antes de que pase…”).

El discípulo: La Palabra se hace vida

Dios cumple su Palabra, pero los discípulos también tienen que cumplirla, esto es, pasar de la teoría a la práctica. Todos los mandamientos, incluso los más pequeños, son obligatorios, ya que el hombre solamente se hace “justo” en la vivencia del querer de Dios.

Pero el discípulo no andará ansioso por los detalles, porque él vive la Ley desde una vida inspirada en la nueva “justicia” que enseña Jesús, una “justicia” que proviene del estar inmerso en la experiencia del “Reino” (ver las bienaventuranzas).

Para enfatizar esto, Jesús presenta la misma idea tanto en negativo como en positivo:

(1) “El que traspase…” / “el que observe”;

(2) “Será el más pequeño en el Reino…” / “será grande…”.


Jesús habla de “poner en práctica” pero también de “enseñar”. Como puede verse, el mundo educativo juega un papel importante en este contexto. Lo que vivimos a nivel personal y social es resultado de aprendizajes que hemos hecho, pero ¿qué es lo que nos han enseñado? ¿Quién nos lo ha enseñado? ¿Cómo nos lo ha enseñado?

Jesús aplica la misma lógica del compromiso con la Palabra al compromiso con la correcta educación que consiste en el aprendizaje del evangelio en cuanto cumplimiento perfecto de “la Ley y los profetas”.

El discípulo que pone en práctica la Palabra, ya es de por sí un buen maestro y con la más eficaz de las didácticas: el testimonio. Pero no hay que olvidar que delante de él va Jesús. cuando Jesús dice que ha venido a “dar cumplimiento”, ¡Qué maravilla! ¡Él mismo hace lo que enseña!

Estar en la escuela de Jesús es aprender su praxis.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Un cristiano puede permitirse despreciar o minusvalorar el Antiguo Testamento? ¿Qué argumentos tiene para su respuesta?

2. En contraparte: ¿Qué pasaría si leyésemos el Antiguo Testamento sin llegar al Nuevo? ¿Qué tipo de espiritualidad viviríamos?

3. ¿Qué singifica darle “cumplimiento” a la “Ley y los Profetas”?

4. La “lectio divina” tiene como finalidad ayudarme a pasar de la teoría del texto a la puesta en práctica de la Palabra de Dios en mi vida. ¿Cómo la estoy haciendo? ¿Se la estoy enseñando a otras personas?

“Tú mes has colmado, Corazón bondadoso, de tus gracias y favores; que todos los actos de mi corazón sean de amor y de alabanza a ti” (San Juan Eudes, “Llamas de amor”)

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