En el tiempo de Adviento honraremos el misterio de la encarnación de Jesús, para hacer que El viva y reine en el corazón de los hombres. Este admirable misterio es la más grande muestra de amor y misericordia de Dios a la humanidad, porque es Jesús la misma misericordia hecha carne en las entrañas de la santísima virgen María quien se ha involucrado en nuestra historia para redimirnos de nuestros pecados y concedernos la salvación.
San Juan Eudes, nos presenta siete maneras de honrar los misterios de Jesús, pero especialmente para éste tiempo de adviento honraremos el misterio de su encarnación.
1. Con pensamientos, consideraciones, afectos, disposiciones y actos interiores de nuestro espíritu y de nuestro corazón que emplearemos en contemplar, adorar y glorificar el misterio de la encarnación.
2. Con nuestras palabras, comunicaciones y diálogos familiares que no deberían tener tema distinto que la contemplación de Jesús, especialmente en el misterio de su encarnación.
3. Con nuestros ejercicios y acciones exteriores de piedad, como celebrar la santa Misa, comulgar, confesarse, orar con la Liturgia de las Horas y demás ejercicios ordinarios de devoción. Igualmente con las demás acciones exteriores que hacemos cada día, ofreciéndolas todas a Jesús para honrar el misterio de su encarnación.
4. Con ejercicios de humildad, de mortificación y penitencia que ofreceremos a Jesús con el mismo fin de honrar el misterio de su encarnación.
5. Por imitación, tratando de imprimir en nosotros lo imitable del misterio que queremos honrar. Por ejemplo, en el de su infancia, nos esforzaremos por imitar la sencillez, humildad, mansedumbre, obediencia, pureza e inocencia de ese misterio, y por grabar en nosotros una imagen de la infancia de Jesús. Esta es una de las formas más perfectas de honrar los misterios de Jesús, especialmente el misterio de su encarnación.
6. Si te encuentras en estado de pobreza interior o exterior, y lo sufres con paciencia y sumisión a Dios, honrarás con ese estado la pobreza de Jesús a la que él voluntariamente se redujo cuando estuvo en la tierra. Si por debilidad o enfermedad te ves reducido a un estado de impotencia, si lo sufres con sumisión al querer de Dios y para honrar la impotencia de la encarnación y de la infancia de Jesús, honrarás con tu debilidad el estado de impotencia y debilidad del niño Jesús. Si te hallas en estado de vida retirada y solitaria y, por amor a Dios amas tu soledad, estarás honrando la vida oculta y solitaria de Jesús. Si te encuentras en estado de cruces, dolores y sufrimientos exteriores e interiores, si los soportas con amor y humildad en honor de las cruces y padecimientos de Jesús, estarás honrando excelentemente el misterio de su Pasión.
7. Debemos honrar los Misterios de Jesús, pero especialmente en este tiempo de adviento honrar el misterio de su encarnación, mediante el humilde y profundo reconocimiento de nuestra indignidad, incapacidad e impotencia para tributarles el honor que les es debido. Porque nada hay en nosotros que sea digno de honrarlo: al contrario, todo lo que está en nosotros como de nosotros, está en oposición a la gloria que deberíamos tributarle. Sólo Jesús es digno de honrarse a sí mismo y sus misterios. Por eso le pediremos que los glorifique él mismo en nosotros.