A veces encuentro grupos de personas que creyeron que tener una fe firme implica atacar sin medida a los que no creen lo mismo que ell@s. Creo que alguna vez hemos escuchado sobre esto: si los católicos son idólatras o no. Recuerdo alguna vez cuando era pequeño me “lavaron la cabeza” y empecé a repetir lo mismo que aquellas personas, criticando a las imágenes que se encuentran en las iglesias, comunidades o casas. Y si mi memoria no me falla fue desde ese entonces que decidí aprender a formarme para defender –sin atacar– mi fe. A continuación quisiera que descubramos la diferencia que existe en nuestra práctica religiosa:
1. Dulía: es la veneración hacia los santos no hacia sus imágenes. Según Santo Tomás, la dulía no es comparable con la latría o veneración a Dios en el sentido que una va dirigida hacia un par y la otra hacia un ser superior 2. Hiperdulía: es exclusivamente designado al culto que se rinde a la Virgen María. El culto de hiperdulía se diferencia del de dulía en que este último se emplea para venerar y profesar una consideración especial para objetos y bienes materiales que pertenecieron a alguna persona Santificada (pueden ser restos óseos, cabellos, una vestimenta, utensilio de uso personal u otro objeto que tuvo algún tipo de contacto con la persona Santa). Dulía también se aplica al culto aprobado por el Vaticano para la veneración de la persona santificada y en proceso de santificación.
3. Latría: es un término proveniente del latín, latrīa y éste a su vez del griego: λατρεια (adoración o culto), usado en la teología católica para referirse a la forma más alta de reverencia, el culto de adoración que, en sentido estricto, sólo debe dirigirse y ofrecerse absolutamente a Dios, Santísima Trinidad, o a alguna de sus tres personas en particular (Dios Hijo, Jesucristo, o la presencia de Jesucristo en la Eucaristía). Por lo tanto, la expresión culto de latría hace referencia al culto que se le rinde a Dios con exclusividad. En el catolicismo, el llamado culto a los santos en nada se opone ni menoscaba el culto de latría a Dios. En efecto, el culto a los santos no termina en ellos, sino en Dios mismo. Dicho en términos sencillos, se venera a los santos por lo que tienen de Dios, por la gracia de Dios presente en ellos
Podemos decir también que «El culto de la religión no se dirige a las imágenes en sí mismas como realidades, sino que las mira bajo su aspecto propio de imágenes que nos conducen a Dios encarnado. Ahora bien, el movimiento que se dirige a la imágen en cuanto tal, no se detiene en ella, sino que tiende a la realidad de la que es imagen.» (Summa theologiae, II-II, 81, 3, ad 3.).
Debemos ser conscientes que en ocasiones mezclamos ciertas manifestaciones de respeto, veneración y adoración. Tiene que quedarnos claro que el único y primer lugar en nuestro corazón es para Dios, además Él es quien hace los milagros.