Busquen al Señor mientras se le puede hallar. Invóquenlo mientras está cerca (Is 55, 6). El destino espiritual de todo hombre, más que su destino humano, depende de aprovechar la oportunidad. Hay ciertos momentos en que Dios nos habla. En que Dios nos invita de un modo decisivo. De aceptarlo o de rechazarlo en esos instantes depende el curso de nuestra vida espiritual.
Busquen al Señor mientras se le puede hallar. Es verdad que el hombre busca siempre a Dios. Casi todos nuestros pasos marcan los rastros de nuestra búsqueda de Dios. El avaro que jamás se sacia expresa su anhelo desviado por una realidad infinita. El licencioso que vive perpetuamente a caza de experiencias carnales, manifiesta un vehemente deseo de plenitud no saciada.
Lo mismo hay que decir del ambicioso y del aventurero y de todos los insatisfechos. Buscan lo infinito que es Dios, pero lo buscan donde Dios no se halla. La misma melancólica respuesta nos dan la ciencia y la gloria y el amor humano. Por más intensos y serios esfuerzos que hagamos, siempre quedamos desilusionados. Siempre oímos la voz de las cosas que nos dicen: “No somos nosotros tu Dios. ¡Busca más alto!”. Todo, absolutamente, nos da un no rotundo. Todo nos insatisface. Todo tiene un esencial hastío. ¡Todo es fatigante! Fatigante la novia, fatigosa la mujer, llenas de hastío la gloria y la vanidad.
Sólo Dios es siempre nuevo. ¡Siempre divinamente interesante! Pero debemos buscarlo mientras hay posibilidad de hallarlo, y debemos buscarlo donde Él se encuentra. No lo busquemos en los soberbios y necios libros titulados “Historia de las Religiones”, donde se estudian todas, con la falsa imparcialidad del que no cree en ninguna. Ahí no encontraremos nunca al Dios verdadero.
Ni busquemos a Dios en teosofismos inventados por los hombres. A Dios sólo lo hallaremos en Jesucristo. El que me ve, ve a mi Padre, dice el Señor (Jn 12, 45). Encontrarnos con Jesucristo es el único modo de hallar a Dios verdadero. Fuera de Él, nos hallamos con el mito, en cualquiera de sus formas. Pero a Jesucristo, ¿dónde lo hallaremos? Lo hallaremos sólo, con humildad y con fe, en la Iglesia Católica. Sólo la Iglesia Católica posee a Jesucristo. No esperemos hallar al verdadero Jesucristo fuera de la madre Iglesia; y si alguno, aparentemente separado del seno de la Iglesia, halló alguna vez a Cristo verdadero, eso significa que pertenecía al alma de la Iglesia Católica, aunque estuviera lejos del cuerpo.
Todos sabemos que en la Iglesia Católica hay muchos que están y no son y muchos que son y no están. Escuchemos la voz de nuestra madre Iglesia, que nos dice: Busquen al Señor mientras se le puede hallar. Invóquenlo mientras está cerca.