Casi siempre en cuanto nos acechan realidades adversas buscamos el origen o quienes pueden ser los culpables de que estemos viviendo esto, a pesar de que posiblemente lo que nos pasa es consecuencia de nuestras decisiones equivocadas o las decisiones de otros, que nos afectan de una manera contundente, es importante partir de la claridad, que siempre habrá problemas y dificultades, habrá entonces que superarlas.
Cuando los discípulos de Jesús le preguntan por el origen de la ceguera del hombre, Él aclara que no es ni por sus pecados personales, ni por los pecados de sus padres, sino que es para que en su vida se manifieste el actuar de Dios, lo que podría dejar entrever el pensamiento que muchas personas tienen en la vida espiritual y de fe, que Dios “permite” las cosas, o que simplemente son su voluntad.
Los seres humanos hemos sido creados para vivir conforme a la voluntad de Dios, la cual no tiene otra finalidad en la existencia que el desarrollo de cada individuo en la plenitud de sus capacidades, fortalezas y en la superación de sus debilidades para que pueda afrontar todo lo que se presenta en ella, sobre todo lo difícil y adverso; es cierto que encontramos situaciones muy difíciles en lo que respecta a la economía, a las relaciones afectivas, al desarrollo de la personalidad y del carácter, al crecimiento social y político en las comunidades en las que nos desenvolvemos.
Sin embargo frente a estas dificultades, muchas veces tomamos una posición resignada, pensamos y nos convencemos que tal vez nos merecemos lo que nos está pasando, lo que estamos viviendo, o peor aún que como se había dicho en otro escrito, es consecuencia de nuestros pecados, aunque puede ser posible que así sea, cuando tomamos decisiones equivocadas como también lo habíamos compartido.
Cuál es la ayuda que recibimos de parte de Dios? Consiste en que cuando le permitimos a Él que nos ayude a comprender que no merecemos lo que nos pasa y que podemos superarlo, o por lo menos intentarlo, Él nos envía de su Espíritu para que nosotros podamos poner en funcionamiento todas las habilidades que nos dado para afrontar y resolver estos problemas, para Él no hay imposibles, cuando nosotros le creemos, le dejamos actuar, quitamos toda barrera mental y física para que Él nos ayude, saliendo de la situación o por lo menos logrando el equilibrio necesario.
La cuestión no es mágica, es precisamente tener la claridad que hemos sido llamados a ser las mejores personas del mundo, dentro de todo lo que somos como tal, por eso no podemos resignarnos ni acomodarnos en nuestras problemáticas, aduciendo que no se puede, que es difícil, o peor aún que nos merecemos lo que nos está pasando por nuestros pecados, la misericordia de Dios estará siempre por encima de nuestras miserias humanas.
También es importante aclarar que si tu actuar hace daño a las personas, o a ti mismo, no podemos pensar que nada va a pasar, cuando con mala intención procedemos dañando a otros, tengamos la seguridad que nuestra vida se va a ver afectada, no permitamos que la indiferencia, ni el egoísmo nos lleven a dañar a los demás, sino todo lo contrario, busquemos hacer el bien a todo el que lo necesita a estilo de Jesús Nuestro Señor y Salvador.