Siempre nos han inculcado ser amables, sencillos, cariñosos y sobre todo no tener odio por ciertas cosas o personas. Nos invitan a ser abiertos y sobre todo a saber perdonar y aceptar, nos motivan a ser personas agradables que puedan compartir y convivir con los demás.
Pero hoy te invitamos a tener odio, con esto no voy en contracorriente con lo que nos han enseñado. Este odio al que te estoy invitando es para que pienses y reflexiones sobre tu vida, puesto que en muchas ocasiones opaca tus lugares y no te deja estar tranquilo y feliz, te diría que es un odio que vale la pena aplicarlo en tu vida, un odio que te puede salvar de seguir cayendo al fondo del abismo.
Entenderé si es contradictorio aún, pero al invitarte a tener este odio, es a optar por los sentimientos de Jesús, puesto que él sentía un profundo odio al pecado. San Juan Eudes nos habla del odio al pecado, a la vez nos invita a ser otro Cristo aquí en la tierra, lo cual nos lleva a sentir como Jesús, tener sus mismos sentimientos, y uno de ellos es el ‘odio al pecado’.
En Filipenses 2, 5 se resalta que Jesús tiene dos sentimientos que se contradicen, el amor y el odio. El odio es un obstáculo al amor, impide que se ame libremente, por ello, Jesús no quiere que nada ni nadie impida amarnos libremente, quiere que su amor sea desbordante como el del Padre. Quiere que sea un sentimiento limpio y puro.
Si nosotros queremos ser otro Cristo aquí en la tierra debemos tener estos dos sentimientos. Odio y amor. No dejemos que nuestros corazones se destruyan por culpa del pecado, no permitamos que la llama del amor se apague, mantengamos encendido el amor en nuestras vidas. Seámos otro Jesús aquí en la tierra, amando y no juzgando.