Domingo de Pentecostés / Inundados por el poder del Espíritu Santo: fuego y viento impetuoso de amor

Lo que viene es grande, porque Pentecostés es fiesta de la esperanza: la esperanza de que la humanidad entera –comenzando por quien tenemos cerca- pueda ser invadida por el Espíritu Santo en la alegría del don de sí mismo, así como el Cristo pascual.

Cultivemos la semilla de la palabra en lo profundo del corazón

En una reunión ecuménica en Upsala, el patriarca metropolitano oriental dijo estas palabras: “Sin el Espíritu Santo, Dios es lejano. El Evangelio es letra muerta. La autoridad de la Iglesia es una dominación. La liturgia es pura evocación. El actuar de los cristianos es una moral de esclavos. Pero cuando el Espíritu Dios está presente, el Evangelio es Espíritu y Vida, la autoridad de la Iglesia es servicio, la liturgia es conmemoración y anticipación de lo esperado, y el actuar cristiano es deificado”.

  1. ¿Quién es el Espíritu Santo? ¿Qué obra de particular en nosotros el Espíritu Santo?
  2. ¿De dónde viene la palabra “Pentecostés”? ¿Qué era para el pueblo de Israel?
  3. ¿Qué me dicen los signos del “viento” y del “fuego”?
  4. ¿Me siento “lleno” del Espíritu Santo? ¿Cómo se sabe que una persona está “llena” de Espíritu Santo? ¿Qué sucede dentro de ella y cómo se nota fuera?
  5. ¿Qué conversión me lleva a vivir el bautismo en el Espíritu Santo? ¿Qué voy a hacer en el Pentecostés de este año para avanzar más en este camino por el cual me conduce el Espíritu Santo de Dios?
  6. ¿Qué efectos tiene Pentecostés tanto a nivel comunitario (del grupo, la pequeña comunidad, la parroquia) como a nivel de la sociedad?
  7. ¿Por qué decimos que la Iglesia nació en Pentecostés? ¿Qué caracteriza profundamente la vida de la Iglesia?

¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
pues ya no eres esquiva,
acaba ya si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro.

¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!,
matando muerte en vida la has trocado.

¡Oh lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido
que estaba oscuro y ciego
con extraños primores
calor y luz dan junto a su querido!

¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno
donde secretamente solo moras
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno
cuán delicadamente me enamoras.

(San Juan de la Cruz)

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