Ha terminado el Adviento, aquel tiempo en el que pudimos hacer un camino de fe rumbo a Belén, en medio de tantas situaciones como la que implica ponerse en camino, ir de viaje, pero aquí estamos, hemos llegado a Belén, y puede que sea una noche como aquella que vivieron José y María, después de un largo viaje, llegar a Belén, no suena muy fácil que digamos, pues, es encontrar un ambiente de desesperanza y desesperación, pues no hay lugar en posada alguna, y es también encontrar la calma y serenidad, pues nos espera un sencillo y humilde establo, lleno de incomodidad, frío, oscuridad, pero es ese lugar donde la el Dios de la Vida se va a manifestar y su luz brillará tanto que hasta los ángeles del cielo harán concierto cantando “Gloria a Dios, y paz a los hombres”.
Les traigo una gran noticia, una de gran alegría para todos: “hoy les ha nacido el Salvador”; hemos caminado, en el adviento con la esperanza de llegar a Belén, y la gran noche llegó, aquí estamos, no es lo que esperábamos encontrar, no nos habían advertido que era un pesebre lo que nos esperaba en Belén, y es que se nos ha olvidado que Dios actúa de maneras distintas, el hace nuevas todas las cosas, y ante el nacimiento del Mesías la novedad es que “encontraran al niño envuelto en pañales”.
Estar en este Belén es ser capaces de contemplar a nuestro alrededor y descubrir la presencia de Dios, es Navidad, una noche oscura, fría, solitaria ¿Cuántos de quienes están en torno nuestro se sienten así? Más aun, ¿Cuántos de nosotros nos sentimos así y caemos en desesperación?, José es un hombre que en medio de la adversidad buscó la calma, y en medio de esa fría y oscura noche contemplo el brillo del “Sol que nace de lo alto”, ese Dios-con-nosotros que ha querido brillar en medio nuestra oscuridad.
Navidad es dejar a Dios encarnarse en nuestras vidas, su palabra, su alegría, y comunicar a todos, la salvación que nos ha venido a traer, que juntos en familia podamos nacer desde Dios, un Dios tan humano como nosotros, y junto con él seamos “luz de las naciones”.
En el silencio de Belén, y en el ruido de nuestra vida, nace Emmanuel.