Se ha venido insistiendo que el Bautismo en el Espíritu Santo no es otro sacramento, pero en sí misma tiene efectos sacramentales, ya que esta nueva efusión es una gracia que renueva, actualiza el sentido de los sacramentos en la existencia del bautizado, poniendo en marcha la riqueza abundante de las gracias que Dios nos ha dado ya a través de los sacramentos ya recibidos.
En nosotros, el Espíritu pondrá en actividad los sacramentos recibidos, por ejemplo para quienes hemos recibido el Bautismo, la condición de ser hijos de Dios, poder reconocer que Dios es nuestro Padre, como nos lo enseño Jesús en su anuncio del Reino de los Cielos, Dios es nuestro Abba, nuestro papaíto, Él que nos ha amado desde la eternidad; pero además aceptar que formamos parte del Cuerpo de Cristo, somos miembros de su Iglesia, que es su cuerpo místico, adheridos a Él, como hermanos menores unidos al Hermano Mayor; hacer de nuestra existencia morada o templo del Espíritu Santo, por eso la experiencia del Bautismo en el Espíritu lo que hace es renovar esta gracia, despertándola para nuestro bien.
En el sacramento de la confirmación, el creyente renueva las promesas bautismales y las renuncias al pecado, que hicieron por él o ella, sus padres o padrinos, se confirma que se quiere permanecer en la fe católica, pero además se renueva el Don del Espíritu Santo dado en el bautismo, lo que se evidencia con el compromiso del confirmando de querer ser testigo de Cristo en la sociedad, por medio del servicio a los más necesitados y pobres, como Jesús invita a quienes quieran ser sus discípulos.
La gracia fundamental que se renueva en la Eucaristía, es la comunión que se tiene con Cristo como parte de su Cuerpo místico, es la comprensión del misterio de su Pasión, Muerte y Resurrección, de su entrega en la cruz y su ofrenda de amor por cada uno de nosotros, al comulgar su cuerpo y su sangre, pero además se descubre el amor a los hermanos con los cuales nos reunimos a celebrar, se fortalece el don de la comunidad, donde Cristo es el centro, alrededor todos los creyentes, miembros de su Cuerpo.
En el sacramento de la Reconciliación, se redescubre todo el perdón y la misericordia que Dios derrama sobre nosotros sus hijos, Él nos perdona a todos, nos da nuevas oportunidades y posibilidades de resignificar la vida, a través del consejo y la orientación que se recibe en el sacramento, consuela y fortalece para afrontar los embates de la vida, invitando a no pecar más, a no faltar más a su amor y buscar estar cerca de su corazón, para así tener una vida digna como Él quiere.
Para los que han optado por el matrimonio, renovará su alianza y compromiso para con su pareja y con sus hijos, frutos de esa unión, los moverá a buscar a ser mejores esposos y padres para sus hijos, tratando de reproducir el amor paternal que Dios ha derramado sobre ellos.
A los que Dios ha llamado a consagrarse para el sacramento del Orden Sacerdotal y la Vida Religiosa, les concederá las gracias que se necesitan para ejercer un buen ministerio en el sacerdocio o en la vida religiosa, por eso cuando algunos sacerdotes, religiosos y religiosas, se dejan tocar por la experiencia de la Renovación Carismática, de ellos fluyen los carismas ordinarios y extraordinarios necesarios para la evangelización y la conversión propia y de sus fieles.
También a algunos además de las gracias actualizadas y renovadas de los sacramentos, Dios les proporciona los carismas propios del estado de vida, les ayuda a vivir conforme a lo optado su llamado, sea cual fuere este, se enriquece la persona para su edificación personal y la edificación comunitaria.