Dios inaccesible
Uno de los apóstoles, Tomás, dudó de la realidad de las apariciones (cf Jn 20, 24-29). Y sabemos que Cristo le hizo poner la mano en las cicatrices de sus heridas, y más nos valió su duda que la fe inmediata de María Magdalena (cf Jn 20, 11-18) porque, como dice san Cipriano, por su vacilación, Tomás tuvo ocasión de tocar las cicatrices de las heridas de Cristo y con ello curó de nuestro pecho la llaga de la duda.
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