En un mundo que exalta el valor de lo light y de lo instantáneo, también el ámbito de la fe ha estado bajo la amenaza de lo facilista, efímero y superficial. Por ello encontramos con demasiada frecuencia quienes están seguros que para llegar a Dios es innecesario y hasta un estorbo todo aquello o aquel que quiera hacerlo presente en el mundo. Quienes han construido una fe cómoda y “a su manera” no han tenido reparo alguno en dar al traste con los sacramentos y entre ellos el recurso del ministerio sacerdotal. Si bien es cierto que cada relación con Dios es personalizada, ven como inocuo que haya “hombres tomados de entre los hombres, constituidos a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que presenten también ofrendas y sacrificios por los pecados” (Hb.5,1). De esta manera cada quien opta por levantar una construcción sin herramientas de trabajo pues estiman que las propias manos pueden aserrar, clavar, cortar.
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