TOTAL ADHESIÓN Y SERVIDUMBRE

El misterioso y sublime camino por el cual es conducida un alma que es ungida y bautizada en el Espíritu Santo, lleva a un punto supremo, a un momento excepcional de la vida, que es la absoluta consagración de la existencia de Dios. Esta consagración tiene guardadas las proporciones, cierta lejana semejanza a la perfecta consagración que hizo la santísima humanidad de Jesús, al Verbo de Dios en el seno de María, por obra del Espíritu Santo.

La santísima humanidad de Cristo fue consagrada, fue penetrada, fue asumida fue transida por el Verbo adorable de tal modo, que ya no obró ni actuó, ni tuvo iniciativa, sino llevada siempre por la inspiración, momento tras momento, del verbo adorable del cual entró en perfecta servidumbre y unidad.

Qué inefable, qué santísima esa sumisión absoluta del hombre-Cristo, de la naturaleza humana que hay en Él, al Verbo de Dios. Qué obediencia, qué seguimiento, qué servidumbre de la humanidad adorable de Cristo hacia el Verbo, hacia el hijo de Dios que la penetraba, la asumía, que la unión en unión hipostática y personal.

Y qué apetecible que a nosotros se realizara algo semejante, por obra del Espíritu Santo.

Allá en el seno de María se cumplió inicialmente esta servidumbre, este sometimiento, esta perfecta adhesión de lo humano de Jesús, al Verbo de Dios, por obra del Espíritu Santo.

Esa obra suprema del Espíritu en un corazón fiel y dócil.

Supliquemos mucho, nosotros, humildes criaturas, imperfectas criaturas, distraídas criaturas, al Espíritu que nos lleve este año a un momento de rendimiento absoluto a la voluntad de Cristo, a la palabra de Cristo y al Verbo de Dios.

De total servidumbre. De adhesión absoluta a Él.

Este es el Santo programa que deberíamos intentar, por obra del Espíritu Santo, este año, en este tiempo de madurez carismática.

Cuando el Señor nos llame, cuando el Señor nos invite, cuando llegue el momento propicio, con una profunda sinceridad, posiblemente en un pequeño grupo de oración, después de una larga plegaria, hagamos el voto de perfecta servidumbre al Verbo de Dios de todos los momentos de nuestra vida, de todas las acciones, de todas las situaciones.

Esto significa dejar la iniciativa de nuestra actividad absolutamente a Jesucristo. Es dejarnos llevar por su inspiración, por su imitación, por su estricto seguimiento si posible momento tras momento.

Esta es la obra de la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas.

Entonces estaremos en la verdadera imitación de la naturaleza humana de Jesús, totalmente conducida, llevada, inspirada poseída por el Verbo de Dios en cada uno de los instantes, por el Verbo de Dios en cada uno de los instantes, por la fuerza del Espíritu.

Este es un proyecto santísimo que yo les ofrezco a Ust. Como efecto de la presencia, de la inspiración de la conducción del Espíritu Santo.

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