“Principio de la creación”

Basándonos en los textos de la Biblia, de las obras que Dios ha hecho, unas las atribuimos al Padre, otras al Hijo Eterno y otras al Espíritu Santo. Pero a veces encontramos pasajes bíblicos que atribuyen la misma obra a las diversas personas divinas.

Así, por ejemplo, cuando hablamos de la creación, nos referimos al Padre Todopoderoso, quien hizo el cielo y la tierra, lo visible y lo invisible, como profesamos en el Credo, y lo imaginamos diciendo su palabra creadora. ¡Hágase la luz… Hagamos al hombre!

Cuando aludimos al Espíritu Santo, recordamos un bello himno de la liturgia que empieza con las palabras: “Ven Creador Espíritu”, y subrayamos que Él es dador de vida y que Él, como si fuera un ave gigantesca, se cernía sobre las aguas de la primera creación.

También cuando nos referimos al Verbo Eterno de Dios, confesamos nuestra fe en su poder creador, Muchos textos de la Biblia así lo corroboran: “Todo se hizo por Él y sin Él nada se hizo de cuanto ha sido hecho” (Jn. 1,3).

“Dios nos habló en su Hijo, al que constituyó heredero del Universo, aquel por cuyo medio había hecho los mundos” (Heb. 1,2).

Por eso a Jesús, verbo de Dios encarnad, lo reconocemos como “el principio de la creación de Dios” (Ap. 2,14), “el Alfa y la Omega de cuanto existe” (Ap. 1,8), “el primogénito de toda criatura” (Col. 1,15), “el primero entre todos sus hermanos” (Rom. 8,29).

Por eso también los vencedores de la Bestia, pulsando sus cítaras entonan el bello canto del Cordero, que dice: “Grandes y admirables son tus obras, Señor, Dios todopoderoso, justos y verdaderos tus caminos, Rey de las naciones” (Ap. 15,3).

No se trata de que las tres Personas Divinas emulen en la obra creadora, sino que actúan unidas en el poder y en el amor, como si el Padre por medio de Espíritu Santo ungiese a su Hijo con la unción cósmica creadora de que hablan algunos escritores antiguos; así el hijo lleno de poder hubiese dado origen al mundo. Es una explicación posible.

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